domenica 14 giugno 2015

[Henciclo] interruptor - Brevísima elegía por el fútbol y su primer metrosexual - la columna de H enciclopedia

 
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¿ESTARÁ TODO PERDIDO?
Brevísima elegía por el fútbol y su primer metrosexual
Amir Hamed
Los pronósticos han sido contundentes. La prensa internacional, y en particular la chilena, ha declarado que será “la gran decepción”. Hablan, claro está,  del Torneo FIFA Copa América que se disputa, como decía la canción, “más allá de los Andes”, y del desempeño en ella de Uruguay. Y en rigor, llega herido, quién no lo sabe: en Montevideo, uno de esos técnicos a los que convocan por su habilidad para decir en los medios cosas que impresionan por lo sonoras pero que nadie entiende bien de qué traten, el Tola Antúnez, ha declarado que, sin  lugar a dudas, Uruguay ha perdido mucha energía (y lo dice con un énfasis críptico, en que la ge suena oblonga, comiéndose las vocales que la suceden) con el alejamiento del capitán, Diego Lugano, del ex goleador Diego Forlán, e incluso de Diego Pérez, de inolvidable desempeño en cierto spot de Paso de los Toros, en donde era el icono semoviente del imperativo de “cortar con tanta dulzura”.
La prensa internacional, y en particular la chilena, ha declarado que será “la gran decepción”. Hablan, claro está,  del Torneo FIFA Copa América que se disputa, como decía la canción, “más allá de los Andes”, y del desempeño en ella de Uruguay. Y en rigor, llega herido, quién no lo sabe: en Montevideo, uno de esos técnicos a los que convocan por su habilidad para decir en los medios cosas que impresionan por lo sonoras pero que nadie entiende bien de qué traten, el Tola Antúnez, ha declarado que, sin  lugar a dudas, Uruguay ha perdido mucha energía (y lo dice con un énfasis críptico, en que la ge suena oblonga, comiéndose las vocales que la suceden) con el alejamiento del capitán, Diego Lugano, del ex goleador Diego Forlán, e incluso de Diego Pérez, de inolvidable desempeño en cierto spot de Paso de los Toros, en donde era el icono semoviente del imperativo de “cortar con tanta dulzura”.
Antúnez habla como la sibila y los periodistas, en primera instancia, son incapaces de seguirlo. ¿Cómo entender  que haya pérdida con Forlán y Lugano, de juego mómico en el último mundial, o con el Ruso Pérez, que sólo asistió para calentar bancos? La primera explicación, invariable, es esotérica: son, como se dice en la jerga, importantes para el vestuario, siendo que el fútbol, según quienes lo han jugado  o dirigido profesionalmente, menos que en las canchas se haría entre pomadas, masajes, casilleros, toallazos y desodorantes. Les llama la atención a los periodistas, de todos modos, que no se hable, por ejemplo, del defensa de la Juventus, Martín Cáceres, quien en el Estadio Olímpico de Berlín fue a recibir en impecable traje de lesionado, hace apenas días, su medalla como vicecampeón de la Champions League. Ahí repara Antúnez en que había cometido un olvido imperdonable y dice y sí, además el Pelado Cáceres, siendo que si en alguien se desangra la pérdida es en éste, porque ahí está la clave del pronóstico. Uruguay no puede ser sino la decepción de la copa porque no tiene posibilidad de suplir, de buenas a primeras, lo que ha perdido: un suculento racimo de metrosexuales.
Ciertamente, Uruguay, el primer gran fútbol del mundo, junto con el argentino, tardó mucho en desayunarse de que el juego, que lo había tenido como su primer cultor extraordinario, había mudado las costumbres. Ya no era esa coartada homoerótica para que los varones, en los boliches y en las gradas, incluso en los estudios de radio, pudieran despacharse, con aires doctorales, casi ergonómicos, sobre la anatomía de otros hombres. La televisión lo había reconvertido en otra cosa. 


Allá por los 1990, por ejemplo, algún periodista uruguayo podía burlarse de que un notable jugador del calcio entrara a las canchas italianas luciendo caravana, mientras el por entonces técnico de la selección, otrora gran footballer, petiso panzón y reo, Luis Cubilla, todavía explicaba que un back derecho tenía que ser “feo”, justificando así su no inclusión de un zaguero muy ducho con la pelota, ágil y rubio. La “era Tabárez”, el técnico de la selección que viene ejerciendo de forma ininterrumpida desde 2005, ha modernizado la práctica: el modelo de jugador seleccionable ha pasado a ser uno mucho más articulado, preferentemente con algunos años de educación, extraído en muchos casos de la clase media, no dispuesto a comerse demasiadas eses cuando habla; por eso, ha insistido, e insiste en las selecciones juveniles, que los futbolistas deben estudiar, además de jugar, y lo cierto es que desde hace ya buen tiempo, los futbolistas uruguayos, que antes eran instruidos en italiano por sus managers, hace ya buen tiempo ascienden a primera división con modales menos marginales, al menos para las cámaras.De todas formas, los de élite deberán rebirretarse en Europa, donde se los obliga a desprenderse, al menos en la superficie, de todo lo reo que pudieran traer consigo. Es que en las grandes ligas europeas queda el sudaca concienciado, por si lo había olvidado, de que el footballer, antes que nada, es un artefacto espectacular y, desde David Beckham (aquel balompedista relativo adorado por las mujeres), es un dandi, un modelo que, de forma cada vez más frecuente, marida modelos, alguien que, según amonedó a partir de de Beckham y ya hace dos décadas el periodista Max Simpson, es un metrosexual. Para Simpson, el metrosexual es alguien que ha incorporado elementos de la cultura gay, como el cuidado meticuloso de la apariencia, comenzando por el cuerpo; de más está decir que los deportistas de élite deben, para mantenerse, y contrario a los de otrora que no cuidaban su físico, someterse a durísimas sesiones de cuidado personal, reforzado por maquinarias que los contornean, les cincelan los abdominales y les van saturando con delicadeza pectorales y bíceps hasta dejarlos hechos una masa durísima, como tallada en piedra, pero toda de carne. (leer más) 
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