lunedì 30 marzo 2015

[CiudadSevaCultural] La literatura infantil no es un género menor

La literatura infantil no es un género menor
La escritora puertorriqueña Georgina Lázaro León expone los mitos y realidades del género
(Créditos: EFE)
27-03-2015 11:27:00 a.m. | Pedro Antonuccio Sano.-
Si algo concluyente habita en el credo que practica la escritora puertorriqueña Georgina Lázaro León (San Juan, 1965), al predicar con su narrativa ese juego soñado y festivo que significa retornar a la niñez a través del encantamiento y enigma de las palabras, es que la literatura infantil está llena de gran sabiduría; que de ningún modo debe interpretarse como enseñanza y que al plasmarla indistintamente a los lectores jóvenes y adultos con letras breves y precisas, diciendo más con menos, abrazará el sempiterno campo de la poesía “algo precioso como el oro que puede hacerte reír y llorar”.

Como si fuera el recuento de su propia fábula fragmentada por lazos y afectos de finos añejos, Lázaro pasó por Venezuela -la patria de su abuelo José, quien vivió en una hacienda de La Urbina en Caracas y se graduó de ingeniero civil en la Universidad Central de Venezuela en 1899-, para exponer “los mitos y realidades de la literatura infantil”, en el marco de la XI Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2015).

Un quehacer narrativo, que por cierto, la entusiasma en demasía y que la ha llevado a editar con éxito más de 50 textos, que como refiere “están aderezados de humor sutil e inocente, con una mirada nueva y curiosa”. 

Es así que la recreación de sus historias con Federico García Lorca, Don Quijote y Jorge Luis Borges como protagonistas, o las leyendas del viejo San Juan -estas últimas rescatadas desde la oralidad que le transmitió su abuela-, siguen estimulando y capturando con nombre y apellido la imaginación de los jóvenes lectores.

Es un mito creer que la literatura infantil es solo para niños. De hecho esta existe desde hace relativamente poco tiempo y se estableció a partir de textos de la literatura adulta y de relatos de la tradición oral, que muchas veces escuchaban juntos los grandes y chicos. Soy parte del grupo de adultos que todavía disfruta de los libros infantiles, porque siempre tienen algo que ofrecernos al ser entretenidos, ingeniosos y por sus imágenes ocurrentes. Ellos transmiten sentimientos y emociones de una forma ingenua y nueva, haciéndonos revivir recuerdos, provocando viejas preguntas y permitiéndonos soñar”, precisa Lázaro agregando que “cómodo” sería el mejor término para definir al lector puertorriqueño de hoy, especialmente interesado en la “novela light, que no sea complicada y larga, ya que quiere entretenerse un rato a partir de traducciones de obras originales en inglés, best sellers de alta venta o libros que provienen del mercado español”.

Y aunque este perfil descrito por esta maestra de profesión que vive en la ciudad de Ponce, podría llevar a pensar que los autores boricuas asumen entonces para vender posturas narrativas escapistas a nivel comercial, alejándose de temáticas conflictivas y sociales propias de la Isla del Encanto, Lázaro es determinante al respecto: “Nuestros autores publicados no escriben para vender, lo hacen porque desean decirle algo al lector sobre lo que les preocupa en torno al estatus de Puerto Rico, que no se olvida ni se olvidará; el tema de la familia y la crisis de la sociedad, lo histórico y, en menor proporción, lo relativo a la diáspora puertorriqueña a EEUU, que se toca pero no como antes. Ahora los que se van son profesionales que no encuentran trabajo en Puerto Rico y de eso todavía no se escribe”, aclara.

El idioma como reto

Sus títulos en el mercado estadounidense se colocan a través de Lectorum (en español) y Alfaguara (bilingüe), que por cierto nutren a la amplia geografía de escuelas bilingües que requieren sus libros en castellano. 

Cuando estoy en escuelas leyendo mis libros, la reacción ha sido bellísima por parte de maestros, padres y alumnos. Observé en Chicago a los puertorriqueños que están muy interesados en nuestra cultura y batallan por conservarla, pero no han preservado el idioma, encontrándome que los niños no me entendían. Fue una gran desilusión porque es difícil traducir en verso al inglés todo un libro”, dice Lázaro. 

Explica  que en la isla ahora hay menos resistencia a la literatura boricua generada en Nueva York o Chicago. Y prueba de ello es que “se está leyendo con mayor interés para conocer cómo piensan estos que son parte de nosotros. Incluso se acepta al que se fue y que ahora escribe en inglés porque no sabe hacerlo en español después de varias generaciones”.

Antes de ubicar a los niños de una edad específica como únicos destinatarios de sus libros, la autora se siente más cómoda al proyectar su obra entre los diversos grados de público donde cabe mejor la llamada audiencia del somos todos. “Escribo libros para niños, que no son solo para niños, y quisiera pensar que escribo para personas que están creciendo. Es cierto que existen libros infantiles dirigidos especialmente a infantes, y otros adaptados para ellos, como las versiones de Don Quijote. Algunos han sido convertidos en libros infantiles porque las casas editoras los publican con las características de los mismos, como por ejemplo, letra grande e ilustraciones vistosas; siendo el Discurso del oso, narrado por Julio Cortázar, y Poesía para niños, de Pablo Neruda, dos ejemplos donde no se cambió ni una palabra porque solo editaron el libro con el niño en mente”.

En pleno vuelo discursivo, salen a relucir de sus labios como si fueran eternas e intactas creaciones literarias, las obras de Kafka y la muñeca viajera (Jordi Sierra i Fabra) y El Principito (Antoine de Saint-Exupéry), cuya interpretación, según Lázaro, depende de la madurez del lector y que a ella siempre le ha parecido una obra de literatura infantil para adultos, aunque esto parezca una contradicción. “Su lectura es para un lector en diferentes momentos de su vida”.

En su progresivo discurso de desmitificación sobre el arte de escribir para los que inician el tránsito de sus vidas, Lázaro ratifica con reservas la creencia de que la literatura infantil es un género menor. Y lo refuta a partir del hecho de que la literatura infantil no es como muchos suponen: una subliteratura.

No es una literatura de gente pequeña para mentes pequeñas. Como si escribir para niños fuera un peldaño para llegar a la verdadera literatura. No pienso de esa manera. No es literatura menor o inferior. Es como la de los adultos, el arte de expresar por medio de las palabras. Los desafíos son idénticos, las búsquedas las mismas. Debe regirse por las mismas reglas y cumplir con los mismos principios y elementos. Debe ser como el resto de la literatura pero mejor para que los niños dispongan de lecturas que los motiven a seguir leyendo. Debe deleitar, conmover, estimular la curiosidad y el pensamiento, despertando la imaginación”, propone.

La escritora puertorriqueña habla de los mitos como si traspasara de lugar una antorcha que resplandece, advirtiendo sobre otra presunción de lo que no es. Y le toca el turno a esa que dice que la literatura infantil debe obligatoriamente enseñar algo.

“La literatura infantil surgió como una necesidad escolar vinculada a la pedagogía. Nació llena de buenas intenciones, pero comprometida, aderezada de mensajes y moralejas, dirigida hacia lo formativo. Y pensando en un niño y en un concepto de infancia que ya no existe hoy. Con el paso de los años se hizo evidente que esos libros útiles que enseñaban a leer y al mismo tiempo dejaban un mensaje moral, religioso o ideológico no emocionaban ni provocaban el pensamiento ni la reflexión, y no estimulaban a los niños a conocerse. No producían placer ni emoción y no formaban verdaderos lectores”, argumenta.

Así como los pequeños van descubriendo con el paso de los años de lo que trata la vida, la literatura infantil estará allí con su potencia extendida y con su realidad y espejismo, para acompañarlos como una suerte de mansas aguas oceánicas que irrumpirán en su divertimento y placer. Eso sí, consciente de que cada día por su robustez narrativa, refrescará más, por ser apta y recomendable, a cada uno de los lectores sin distingos. Y porque será la única que pueda resolver enigmas tan importantes como El acertijo del largatijo, emocionando al mundo como pocos, hasta alcanzar la costa sublime de una literatura que no tenga adjetivización.







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Alexandra Rodríguez Burgos
arodriguezburgos@gmail.com
 

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