|
||||||||||||||||||
TANGO EN SUSPENSO
La fealdad que Dios me dio
|
||||||||||||||||||
1- Quo vadis, baby. Hace
unos 40 años, es decir, unos segundos para la cultura de Occidente, cierta película causó notable revuelo (que no podría provocar hoy), sobre todo por cierta escena en la que Marlon Brando le unta con manteca un agujero a Maria Schneider y, acto seguido, la penetra. Por entonces, y con escenas como ésa, Bernardo Bertolucci, el director de El último tango en París, estaba mostrando aquello que, de alguna forma, el cine, todavía con pretensión de arte, no estaba dispuesto a mostrar, por ejemplo, el sexo anal implícito. En Montevideo, sin ir más lejos, esa película era considerada “franja verde”, marca del censor (una franja, dos franjas, tres franjas) a los filmes prohibidos por su temática erótica. El cine, por entonces, todavía existía; es decir, existía la pretensión de que hacer una película era participar no del entretenimiento sino del arte, y como asuntos de arte se discutían por entonces sus bondades (como se decía por entonces, no sin inocencia, su “mensaje”). Ya bien entrada la década siguiente, aquel tango final y parisino seguía ejerciendo fascinación. Cierta vez un amigo, Roberto Olalde, como regalo de cumpleaños me sirvió un dibujo suyo, hecho a lápiz y en hoja de garbanzo, en que un pene tocado de gorra militar, recostado como un taita a la pared, le decía Quo vadis, baby, como decía Brando a los 48 años en la película, a una vulva que daba pasitos en un zapato de taco altísimo y delgado, es decir a Maria Schneider, de 19.
Más:
pasaron años y en no sé qué onomástico o celebración, una compañera de la
Facultad de Humanidades, fallida lingüista si mal no recuerdo, le proclamaba
con lengua pastosa a otro columnista de interruptor, por
entonces también estudiante, que ésa de Bertolucci era la mejor película de
todos los tiempos. Por alguna razón estábamos sentados en el suelo, sometidos
a los vinos sueltos de aquella edad, que se prendían al alma como un súcubo
que, en lugar de ágil y escurridizo, como por lo general se sospecha son los
súcubos, fuera grave como una vaca, y la charla me pasaba por al lado, así
que mientras yo le hablaba a alguien más, o al vaso de vino, Gustavo
Espinosa, recuerdo con nitidez, preguntaba, también algo pastoso pero con
fingido candor, si en esa película actuaba Charlotte Rampling.
-No,
responde la condiscípula con risita histérica.
|
-Entonces
no es la mejor película, dictamina Espinosa.
Si
tal vez no director de la mejor película, y sin haber dirigido jamás a la
Rampling, Bertolucci en 2003 fue responsable de un bello obituario a aquella
entera y perdida edad que llegó a pensar que el cine podría llevar a alguna
parte: Los soñadores, filme de 2003 que, entre otras cosas, logra
producir, en estos días de porno manifiesto, un conmovedor desnudo de mujer
que obliga a recordar cómo hubo vez en que el ojo de la cámara paladeaba,
todavía, las texturas de la plástica. El cinema europeo, como se sabe, hace
décadas perdió la batalla contra los movies de Hollywood, pero la
extemporánea Los soñadores se demora en un trío de estudiantes cinéfilos de
la Cinemateque de París, que se pasan encerrados en un departamento hasta
que, como en las novelas históricas europeas del siglo XIX, se unen al
revolucionado mayo de aquel 1968 que no buscaba derrocar nada sino llevar “la
imaginación al poder”.(leer más)
|
|||||||||||||||||
© 2015 H enciclopedia - www.henciclopedia.org.uy
|
--
Nessun commento:
Posta un commento