lunedì 9 febbraio 2015

[Henciclo] interruptor - La cuestión es entre el apocalipsis o el plato volador - la columna de H enciclopedia

 
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           EL INFIERNO DE LA IGUALDAD
La cuestión es entre el apocalipsis o el plato volador
Aldo Mazzucchelli
“La desaparición del centro”,
“la vuelta al centro”, eran lugares comunes de la charla barata urbanística hace algunas décadas. Recuerdo un par de reuniones o comilonas con animadas discusiones, aun siendo todas y todos legos al respecto. Un asunto cultural/inmobiliario que había ocurrido en muchas o en casi todas las ciudades grandes y conocidas del orbe se “debatía”, con los consabidos 15 años de atraso, en Montevideo. Las autoridades pensaban medidas de “apoyo al Centro”. Se criticaba la idea de que irse a la “ciudad de la costa” era conveniente. Intelectuales o empleados de la Intendencia Municipal argumentaban que aquella era una zona sin saneamiento ni calles ni infraestructuras de otro tipo, sin servicios y organizada según un esquema lineal que hacía la sociabilidad imposible, que trasladar masivamente a la gente a 20 kilómetros "del Centro” era obligarse a invertir sumas obscenas en un capricho poblacional que lo que había es que combatir, incentivando a la gente a mudarse a barrios “semivacíos", se decía, del cascarón urbano—supongo que se pensaba en todas esas casonas que siempre se nos aparecen cerradas en La Comercial, Goes o Villa Española.
Con el correr del tiempo, la gente hizo como siempre lo que le pareció. La horrible Ciudad de la Costa campea por sus fueros, y a nadie le importa que siga sin tener una estructura urbana que posibilite los encuentros colectivos, salvo que se llame “estructura” a una ruta espantosa de doble vía llena de semáforos, donde ni se puede circular rápido ni se puede pasear (porque no tiene veredas, y a su alrededor solo hay ferreterías, tiendas de repuestos, lugares de comida delivery o sucursales secundarias de casas que más valdría ya ignorar en sus lugares principales). Pero hay dos elementos que explican bastante bien toda la historia de su rampante éxito frente a los arquitectos y sociólogos de hace décadas: la Ciudad de la Costa tiene, por un lado, un “shopping center”, y por el otro, miles de casas organizadas completamente hacia adentro de sí mismas, máquinas de vivir en contacto con elwifi, la barbacoa el parrillero y la piscinita propias.La instancia no es más que reflejo de la Idea, diría Platón, que sigue teniendo toda la razón que hay para repartir. La idea de un modo de vida que mezcló una economía de lo “conveniente” con una sociabilidad detonada llevó a ese monumento al familierismo defensivo o al individualismo aislacionista. El mundo hace lo que se puede pensar, y lo que se puede pensar no sigue la racionalidad ex-post de los críticos lúcidos, sino la racionalidad real de lo que sea que es.

Hoy, es el consumo, la objetivación e instrumentalización de las vidas, y la sumisión voluntaria y aun autocelebratoria a la basura de trabajar largas o cortas horas en el sinsentido, para ganar así el merecido derecho a refugiarse en el nuevo dios total, el Entretenimiento. A menudo se pone a la familia como coartada, pretendiendo que es para poder “darle todo” a los hijos que se acepta el sinsentido visible. ¿Qué tal pensar que ese “todo” que uno se pone en condiciones de dar es basura? ¿Quién le daría a su hijo, si lo pensase medio minuto, miles de horas muertas anuales de chismes y entretenimiento violento rodeado de una plenitud de azúcares y grasas saturadas, conservantes y otros venenos, al tiempo que ve cómo se lo “educa” en nuestro maravilloso sistema educativo, que dicen las autoridades electas que está bastante bien, y que solo hay que seguir unos años con más de lo mismo —eso sí, con más computadores gratis y más edificios— para que finalmente muestre sus gloriosos frutos? 
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