lunedì 13 febbraio 2017

[Henciclo] interruptor - A favor de la discriminación - la columna de H enciclopedia

 
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             LO QUE VIAJA Y LO QUE NUNCA PUEDE VIAJAR

A favor de la discriminación

Aldo Mazzucchelli

Javier de Viana es, entre los narradores del novecientos, uno de los que logró vivir la atmósfera naturalista que se había impuesto en Francia como si fuese una tradición propia. Sus relatos de Campo y Gurí son a menudo breves obras maestras, en que describe la pérdida no meramente material, sino moral de la vida en campaña a fines del diecinueve, luego de la entrada del 'progreso' y Alberto Zum Felde, al comentar a Viana, toma distancia de una aceptación acrítica de esta última palabra, poniéndola siempre en itálicas.
La conciencia letrada del país asimiló en su tiempo los relatos de Viana como la descripción (quizá, tenuemente, la denuncia) de una situación inexorable. Eran en su mayoría lectores urbanos o pueblerinos, clase media o media baja involucrada en los servicios o la enseñanza, sin intereses directos en el campo, a menudo cómodos con una existencia mediocre en una capital departamental o en la pequeña capital nacional, o deseosos de obtener algún tipo de promoción para irse a otra parte; otros, gente de clase más encumbrada, comprometida y beneficiada por el nuevo sistema de explotación rural que se impuso con Latorre y se naturalizó ideológicamente en las dos o tres décadas que le sucedieron, a fuerza de que los periódicos montevideanos y sus imitadores pueblerinos cantasen loas día y noche a ese 'progreso', que primero había sido inocultable ejecución de intereses ajenos al campo criollo y su vida. Intereses del comercio exterior inglés, alemán, o de los estancieros de inquietud positivista que a menudo eran ingleses ellos mismos, y de los comerciantes, administradores y burócratas montevideanos empeñados en ordenar el campo para ordeñar mejor sus recursos a través de impuestos y quitas, derivados luego en el mejor de los casos a políticas sociales que nunca llegaron al pobre del campo. Para todos esos lectores, conocedores del mundo sobre todo a través de los libros, el concepto de progreso valió más que todas las posibilidades de libertad o calidad de vida que había para perder al imponerle al campo el régimen y la ideología de la escasez, que es la marca esencial del capitalismo allí donde reina sin matices. A partir de la imposición de esa noción, hoy aun en plena vigencia, se legitima todo cambio impuesto a la vida y costumbres de la gente en espacios determinados: se supone (falsamente) que si no se hace así, todo faltará. Los métodos y dispositivos de control de acciones y mensajes, cuya tecnología crece con la división del trabajo, ha ayudado mucho desde que aquel proceso, hace casi ya ciento cincuenta años, se hizo normalidad en el país, igual que en todos los demás de la región y muchos en el mundo.
Es ya breve en la conciencia colectiva el recuerdo de aquella Stimmung campesina que se ha perdido sin remedio.
En el Proceso intelectual del Uruguay, (1930),en el pasaje en que Zum Felde habla de Viana, vemos un tardío intento de vindicarla. "El régimen ganadero primitivo, daba holgado abasto a la población: una estancia tenía cuantos peones acudían a ella, y fuera de la estancia no era difícil la vida", recuerda Zum Felde. Pero luego vino la transformación impuesta desde Latorre, que no se ahorró, por ejemplo, la ejecución de cuatro balazos al que se agarrase infraganti carneando res ajena--una práctica que la jurisprudencia de campaña siempre hasta entonces había considerado justa y normal, pues el ganado abundaba y no era "de nadie". Y tras su imposición vino el olvido de su imposición. Pero los habitantes de campaña quedaron lidiando con las consecuencias. Para 1930, "el peón de las estancias, está casi solamente por la casa y la comida, más unos reales para pilchas, taba y pulpería; gran parte se pasa el año de tapera en galpón, esperando la época de la zafra. Eliminada toda competencia, no hay posibilidad de prosperar, ni de salir nunca de peón. Y éstos son los que están mejor. Gran parte no tiene ni aun esto, pues no hay trabajo para todos en las estancias; viven del merodeo, del pichuleo, de la servidumbre, de las changuitas, de los parejeros, de la limosna, de la prostitución, no se sabe de qué".
Tal apuntaba Zum Felde. "Y qué", responde (con su soberbia sin letras pero con astucia monedera) el globalista de hoy. (leer más)
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