giovedì 11 agosto 2016

[Henciclo] interruptor - De líquido a liquido hay un tilde nomás - la columna de H enciclopedia

 
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         ESCRIBIR, PENSAR, RESISTIR

De líquido a liquido hay un tilde nomás

Aldo Mazzucchelli

Pequeñas acumulaciones debasura conceptual (detritus de ideologías en descomposición hace décadas) se lanzan al ruedo imaginario oriental cada mañana. La afirmación anterior no es, ni puede ser, apocalíptica, revolucionaria ni conservadora, porque el tiempo ha sido dado de baja hace rato, y solo se puede ser cualquiera de esas cosas en el tiempo.

Basta mirar internet, abrir el diario o prender la radio (o, en un caso de extremo desinterés por uno mismo, prender la tele) para que nos llegue el brulote del día, bajo la forma semiamenazante del aliento de uno de nuestros ministros o de nuestra ex primera dama campesina, o alguno de los miles de incesantes comentaristas deportivos. ¿Qué efecto tiene eso sobre la vida común, y sobre nuestra perspectiva de futuro? Aparentemente, casi ninguna. Automáticamente uno responde con alguna de las viejas armaduras que ha aprendido a recomendarse al efecto. Por ejemplo, se dice “qué increíble que la Ministra afirme que hay que hacer asistencialismo y no pedir nada a cambio”, y se hace otra tostada; o “qué disparate que el Ministerio del Interior reconozca que no se puede hacer nada con el vandalismo en el Estadio”, y se toma un segundo café; o “qué asombroso que se plantee reformar la Constitución para sacarle independencia al Poder Judicial porque éste no legitima algunas cosas que quiere hacer aprobar el gobierno", al tiempo que agarra las llaves para salir de casa. Cosas así, de todos los días. Y así se integra al paisaje cada uno de estos aportes a una curiosa forma de estar en sociedad en la que los que mandan hacen sin dar pistas ni abrir motivos a la consideración de los demás. Estos aportes pasan y se van, aparentemente sin dejar rastro. Los periodistas anotan, pero ya casi no preguntan nada. Preguntarle al gobierno puede no caer bien, y además a nadie le interesa la respuesta.

Las expresiones como “qué increíble” y otras similares no pasan de interjecciones, expletivos, válvulas de seguridad hermenéuticas para dejar salir el exceso de presión neuronal. Pero, aunque no tengan contenido, cumplen con la tarea de ir permitiendo que lo no habitual (es decir, lo “increíble” y aledaños) se instale y se vuelva, no solo creíble, sino la norma y la forma de las cosas cotidianas. Todo esto no podría haberse logrado tan fácil si no hubiésemos optado colectivamente, en un proceso que llevó décadas y que está ya bien maduro, por aceptar que el mundo es algo muy complicado como para que los ciudadanos lo entendamos, y que los demás son seres increíblemente complejos y diferentes a nosotros (como de otra especie: cada uno es una especie en sí mismo, y una minoría en sí mismo, con derechos completos en tanto tales). 

Imágenes integradas 2

Es decir: exageramos el factor de la complejidad colectiva y el factor de misterio individual, de modo que ambos se vuelvan conceptualmente intratables. La sociedad y los demás han pasado a ser cajas cerradas en las que solo se puede “intervenir” rompiendo, evitando, penetrando, cerrando, abriendo, etc. Es decir, a los que hay que tratar cabal y completamente como objetos, no como congéneres con los que hay mucho en común. Todo esto se vende como respeto a la diversidad, pero juro que es otra cosa.
La nueva oralidad que nos organiza viene al pelo para abandonar la información y el ahonde en cualquier asunto colectivo, y estimular el atonismo general —el que viene además matizado de celebraciones. La gran metáfora moderna objetivante, que hubo traducido el mundo a máquina primero, a red inmaterial, inmanejable e inabarcable enseguida, aconsejó hace más de 100 años aceptarse engranaje; ahora asegura que es mejor aceptarse, no individuo, sino nodo. Sepa que usted no sabe, pero contribuye en la red a algos generalizados y en general muy poco interesantes. Es por su bien. Y encima, si algo no le gusta y amaga que no acepta, usted es además un intolerante, porque ¿qué derecho tiene su opinión frente a otra opinión? Mejor ni la diga. Es deliciosa la inanidad de la noción de tolerancia, uno de los malentendidos más útiles del utilitarismo líquido. La marea va para allá. Flote, y comunique su intransferible experiencia en Facebook. Claro, como es intransferible, no se preocupe si su experiencia, tan única, suena igual que la de todos los demás. Nosotros estamos convencidos de su honestidad, y de la intensa fruición con la que ha vivido la experiencia de, digamos, las nuevas 150 fotos de su tercer bebé, que comparte con todos nosotros, que —de alguna manera— nos veremos seguramente reflejados en la emoción inédita de esa nueva vida que se agrega, intransferible, única, irreproducible. (leer más)
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