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DE LA NECESIDAD DEL ENSAYO
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1- El obstáculo literario. No se necesita ser astrólogo, ni “número uno en todo”, como profesaba Nicanor Parra, para advertir que el progresismo, la última euforia latinoamericana, ha cesado. Eso no quiere decir que algunos de sus gobiernos no vayan a durar algunos años más, siendo que a fin de cuentas se trata de problemas electoreros y, ante regímenes con cierta capacidad inercial, de momento al progresismo (y recuérdese, decirse progre no implica decirse de izquierda) no se le detectan alternativas ideológicas convincentes. El punto es que el verosímil del progresismo llegó a su fecha de caducidad, uno de sus síntomas más estridentes la debacle política en Brasil que ocurre estos mismos días, y que tendrá, cabe aguardar, repercusiones planetarias.
Esto, por otra parte, no deja de implicarse viral. Brasil, potencia económica mundial, se paraguayiza, repitiendo modelos de impeachment para destituir presidente, que los americanos del norte les sirvieron cuando quisieron tumbar un presidente por hacérsela chupar fuera del matrimonio y en su escritorio; pero si Brasil se pasa al poncho para’i, también se debe recordar que América Latina, tras la caída del muro de Berlín, le ha exportado al planeta entero sus asombrosos registros de desigualdad económica. Y si el mundo se latinoamericaniza celerísimo, ya el problema, que no por esto nos excede, se ha vuelto problema de todos. A su turno, cabe recordar que, si hubiera que buscar un sinónimo para este continente cultural, parido por virus de europeos en 1492, sería, precisamente, la palabra “problema”. Basta recordarlo al perplejo Cristóbal Colón, tropezando con islas e indios desnudos cuando se quería en China, a pasos del Gran Khan, rebuscando plumas de guacamayo para presentar en sustitución del oro que no podía suministrarle a sus financiadores (los reyes de España), argumentando andar a pasitos del jardín del Edén. Un problema, a fin de cuentas, y etimológicamente, es un obstáculo, y eso fue, desde cierto 12 de octubre, esta enorme masa de tierra y gentes. Y al respecto, una enseñanza a no olvidar es que el gran problema de Colón es “hacer relación a los reyes”, es decir que esto desde un inicio ha sido, más que nada, un obstáculo literario. En los últimos años, el buenismo progre, impulsado por los liberales del Norte para volatilizar cualquier noción de soberanía territorial —o problema territorial— en nombre de una agenda de derechos humanos (te bombardeo porque le pegás a tu mujer, porque son insuficientes tus travestis en la calle y en el parlamento; o también porque no apoyás a los islamistas cuya identidad y fe les reclama regresar al tráfico de esclavas en Siria, Irak o el Magreb) insistió en confundir sustantivo con adjetivo: denuncian que el obstáculo, precisamente, es su calidad de literario, como si extirpándole a la cosa su cualidad se deshicieran de ella, creyendo que obedeciendo los dictados de ciertas pragmáticas destituidas de concepto se bastasen para llevar la cosa adelante. El problema (estaría de más decirlo de no mediar que los buenistas hacen de la burrez su areté) radica en que, si hay civilización desde algunos miles de años, si hay culturas, es porque eso que por fatiga seguimos llamando humanidad no es otra cosa que un registro literario (en alguna época, no tan lejana, se lo llamó Historia). Si somos, digámoslo derecho, es porque somos literatura. |
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martedì 24 maggio 2016
[Henciclo] interruptor - Esta América y su género - la columna de H enciclopedia
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