sabato 30 gennaio 2016

[Henciclo] interruptor - Sendic y la corrupción - la columna de H enciclopedia

 
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         LOS PODERES BIBLIOGRÁFICOS DEL GATO

Sendic y la corrupción

Aldo Mazzucchelli

Los misterios son, creo, de las 
pocas cosas interesantes y valiosas en esta vida. Cuando alguien viene y revela uno de un golpe, lo primero que sentimos es rechazo. Aunque a la larga ese misterio es reemplazado por otros, y nuestra sed de invisible se ve satisfecha. Si alguien preguntase qué es el capitalismo, yo diría que es una pseudo-religión. Es decir, tiene que ser mantenido en base a una institucionalidad vigilante y represora que interpreta el mundo, a la que se une la creencia simultánea de millones de fieles en dogmas que nadie puede comprobar (el valor del dinero, la confianza en que los bancos te lo van a custodiar, la fe en el valor del ahorro, y otra miríada más de operaciones a futuro que nada garantiza). El capitalismo tiene su toro simbólico, imagen de la fuerza individual y la prosperidad, en el centro del distrito financiero de Wall Street, que vendría a ser su Jerusalén ecuménica. También hay que creer que explotar tierra y congéneres es parte de la condición humana, y que la colaboración colectiva no lo es. Disparates malos y estantiguas en las que nadie en su sano juicio individualmente creería, pero que la hegemonía religioso-capitalista de esta era nos fuerza a vivir.

Del mismo modo que el capitalismo es una religión en ese sentido, lo es la izquierda política. Solo que la izquierda política cree en otras cosas. Originalmente estas cosas fueron bastante más virtuosas, comenzando por la fe en la posibilidad de un accionar social colaborativo en el que los valores no fuesen exclusivamente los de cada individuo, sino que el bien común estuviese por encima de ellos. En realidad, con el tiempo estas creencias han cambiado, y hay una que se ha encaramado por encima de todas y, me temo, revelado cuál fue la verdadera esencia de la izquierda como proyecto histórico. Esa creencia es la creencia en la superioridad moral del ciudadano de izquierda respecto a todos los demás ciudadanos.

Hace unos días el vicepresidente uruguayo Raúl Sendic declaró en México que "si (alguien) es corrupto, no es de izquierda". El Vicepresidente acaba de formular así, en un aforismo, lo que ha sido el núcleo más duro de la ideología mítica (y mistificadora) de la izquierda en las últimas décadas. El mensaje básico de la izquierda ha sido ese que da Sendic, que traducido es: "La izquierda tiene el monopolio de la moral. Todo lo inmoral es de derecha". Cualquiera se da cuenta que hacer trabajar semejante dogma a nivel político implica descalificar de entrada a todos los que no se declaren "de izquierda". De ese modo se niega la discusión, se da por sentado lo que habría que demostrar y, de paso, se obstruye imaginariamente a la justicia.

Cuando una cosa se vuelve obvia, aunque convenga mantenerla en secreto siempre hay alguien a quien se le escapa una formulación casi pornográficamente explícita, como en este caso, de eso que debía permanecer oculto. Pues las religiones trabajan con el misterio (se lo quieren apropiar y quizá sea por ello que tienen sus crisis y sus muertes, pues el misterio es patrimonio de la humanidad y no de una parte cualquiera de ella). Sendic ha sido ese al que se le escapó lo que no había que avisar: que la izquierda es, hoy, más que un movimiento político, una empresa pseudo-religiosa. Es decir, un conjunto de fieles que obedecen por amor a un supuesto misterio (un misterio, en mi opinión, bastante poco interesante), y no por consideraciones políticas, racionales o discutibles.

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La afirmación del vicepresidente puede entenderse en dos niveles al menos. En uno, lo que Sendic nos quiere decir es algo concreto, práctico. “Nadie que se incluya en la izquierda política ha cometido jamás un acto de corrupción”. La afirmación es risible. La historia está llena de políticos y funcionarios de izquierda corruptos, ladrones, y asesinos. De modo que podemos descartar que no fue eso lo que Sendic quiso afirmar. Queda la segunda opción, que es que Sendic esté lanzando una suerte de admonición moral. “Ser de izquierda implica comprenderse a sí mismo como comprometido con la incorruptibilidad”, o algo así. Lo curioso de la afirmación es que si la aceptamos, sin darnos cuenta estamos dándole al término izquierda una carga definitoria de tipo místico. Y he aquí el problema. Pues aunque mucha, la mayoría acaso de la gente que se siente de izquierda comprende que ello implica un compromiso con la moral, la verdad es que lo mismo siente la gente que no se autodefine de izquierda. También ellos sienten un compromiso con la moral. Sentir un compromiso con la moral es humano, es de gente bien nacida. Sin embargo, y este es todo el problema, al igualar “izquierda” con “incorruptibilidad” se está sugiriendo —al menos— que quien no se autodefina de izquierda es menos incorruptible. Esto es sectarismo y discriminación, o como quiera llamárselo. Es subirse a la escalera y patearla. Es compensar con dogmas lo que no se puede tener en la práctica. Todo ello es un acto de fe, o mejor dicho un acto de magia. (leer más)
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