El problema técnico no es el
único problema que plantea el arte, pero sí el que más preocupa al artista. En realidad “problema técnico en arte” es un pleonasmo.
Hacer un recorrido histórico por el arte con la finalidad de explicar este punto tiene numerosas dificultades. Entre otras cosas, la definición de arte abarca tantos asuntos que resulta difícil otorgarle un lugar en el diccionario. Su esfera incluye la pintura de paredes de una caverna del paleolítico —que se cree que tenía usos mágicos—, los frisos ornamentales de un baño romano —casi siempre el ornamento entra en la categoría de arte si es suficientemente viejo, de manera que el friso decorativo del baño del bar “Los girasoles” de Montevideo quedará fuera del mundo del arte al menos hasta dentro de un siglo—, los retratos de prostitutas mantenidas por los reyes y prelados de la Europa renacentista que probablemente cumplían funciones parecidas a las de una revistaPenthouse de 1970—, los 21 autorretratos de Rembrandt —el Absoluto hecho visible—, la cama cuidadosamente mugrienta de Tracey Emin — cuya finalidad fue la de atemorizar a los jurados del premio Turner, que al salir del salón de deliberaciones miraban nerviosos alrededor, imaginando que la artista se abalanzaría sobre ellos armada con un consolador gigante de un ominoso color negro, mientras se rascaba su famoso herpes labial—, y mucho más.
El difunto Arthur Danto cortaba por lo sano cuando dictaminaba que “arte” fue algo que ocurrió en Occidente entre el siglo XV y la década de 1960. Sus razones son muy atendibles y su definición es clara. Su trabajo se limita al arte visual, pero sus elaboraciones acerca de la muerte del arte podrían extenderse a otros géneros. En realidad este es un mundo de zombis.
Los artistas, con diferentes clases de buen tino, se niegan rotundamente a considerar que el arte ha muerto. Tanto quienes podrían calificarse de tardowarholianos (es decir, los cultores del arte conceptual) como los pospicássicos (todos los demás, que son los menos) tienen motivos valederos para negarse a la muerte: unos, porque sostienen que lo que hacen es arte; los otros, porque sostienen que lo que hacen es arte. Ambos grupos sostienen que lo que hacen los demás no es arte. Unos, con expresiones de condescendencia y superioridad; los otros, con miradas de rabia y temor. ¿Qué se puede decir acerca del problema que se le plantea al artista al momento de ponerse a trabajar, si no es posible ponerse de acuerdo acerca de qué es el arte? Lo interesante de este problema es que justamente no es necesario definir nada para resolverlo. El problema del artista es un problema técnico. Se puede ir a la historia para poner un ejemplo, sin que se haga necesario mencionar nunca la palabra arte.
Problema técnico 1
Los pintores flamencos del siglo XV desarrollaron la técnica de la pintura al óleo hasta llevarla a cumbres luego difícilmente superadas. ¿Cuál era el “problema técnico” de aquellos pintores? La respuesta no puede ser más clara: no lo sabían. Los clientes de esos pintores, la nueva clase burguesa que estaba inventando el capitalismo, estaba muy interesada en mostrarse con sus posesiones: monedas de oro, vajilla de plata, pieles de animales, sedas de la China, terciopelos, maderas nobles y mujeres. Bien, pero ¿qué problema suponía esto para un pintor? Si hasta ese momento su clientela estaba compuesta más que nada por clérigos y aristócratas, que pedían asuntos religiosos o heráldicos, pues bien, ahora sería cuestión de cambiar de tema y mostrar objetos caros dentro del marco.
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