martedì 6 ottobre 2015

[Henciclo] interruptor - De Motivos de Proteo a la sociedad del cansancio - la columna de H enciclopedia


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         SUJETO DETONADO Y DESMONTAJE DE LA NEGATIVIDAD

De Motivos de Proteo a la sociedad del cansancio

Aldo Mazzucchelli


Una intuición extraña justifica
esta columna: que José Enrique Rodó prefigura, a través del símbolo de Proteo como apertura constante a nuevas posibilidades, la falta de negatividad del sujeto tardomoderno, contemporáneo. En Motivos de Proteo, el texto más ambicioso de toda su obra, Rodó entiende que su inicial voluntarismo educativo (que animaba Ariel), suBildung ingenua, digamos, debe ceder para encontrar una formulación más sólida. Y encuentra esa formulación en un problema que va a interesar a la filosofía posterior de varios modos. ¿Cuál es ese problema? Yo diría que tiene que ver con la realización (que es más plena y evidente ahora, en la era digital) de la disolución de algunos rasgos fundamentales del sujeto moderno, rasgos sobre todo de autonomía y originalidad; esa disolución lo transforma en un sujeto que uno diría “cubista”, compositivo, caleidoscópico, que no está en posesión completa de su unidad, ubicuo en nuestra corriente autorrepresentación digital contemporánea.

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Lo que diríamos el problema de Rodó, su obsesión principal, no fue el problema de la izquierda y la derecha, ni el de aristocracia o pueblo, ni de elitismo o masa, ni otros por el estilo, pese a que éstos fueron los que a menudo le atribuyó una saga de ensayistas críticos, hoy creo que bastante fuera de moda (aun más que Rodó). Los años 1960, que en su hegemonía ideológica fueron ultramodernos por su aceptación casi unánime de la ideología del progresismo como bien indiscutido, sobre todo se ahincaron en ver en Rodó un problema de arribas y abajos, y lo asociaron sin más a una serie de conceptos por entonces y aun hoy de muy escasa legitimidad, como espíritu, elite y aristocracia, adoptando en consecuencia una toma de partido por lo de abajo, lo popular, lo plebeyo; y con eso creyeron ajustar cuentas con Rodó, a quien a lo sumo se reconoció lleno de buenas intenciones pero como habiendo servido, aun sin quererlo, a una política prescindente, a una comodidad de la reflexión que no se comprometía a la acción. Sin embargo, achacarle al político y tres veces parlamentario Rodó no haber querido actuar sino solo pensar y escribir es simplemente ignorar que el problema de Rodó no tiene mucho que ver con la muy pobre oposición entre “intelectuales y hombres prácticos”. Rodó, lo mismo que Darío y que casi toda su generación, se compuso de hombres prácticos e intelectuales reunidos en cuerpos únicos. El problema de Rodó no fue no comprometerse, sino que fue, creo, la angustia de no entender cómo es que iba la democracia a resolver el problema del sentido individual, y de las grandes legitimidades colectivas. Un problema actual, y que afecta por igual a izquierdas y derechas. Pienso que Rodó giró toda su vida alrededor de esa exacta y bastante precisa angustia: cómo generará legitimidades (que sospecho que él pensaba de alguna manera ligadas a la estabilidad de la letra) una sociedad desdiosada primero, desanimada luego, democrática en el sentido de una dictadura de mercado y consumo, en tercer lugar. Rodó no usa a menudo las palabras que se pusieron de moda tiempo después, pero gira en relación a esa cuestión. Y esa cuestión es bastante importante porque sin la ayuda de alguna legitimidad aceptada, es decir, no impuesta con la ley o la policía, cualquier política (cualquier programa educativo, por ejemplo) está en muy serios problemas.


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¿Cómo se da el hallazgo de este problema y este enfoque en Rodó? Creo que Rodó se va dando cuenta de que el sujeto autónomo moderno, esa utopía, se enfrenta a una inestabilidad y transformismo constitutivos, simbolizados al fin en la figura de Proteo. La inestabilidad valorativa, que es propia de la democracia, encuentra su espejo crecientemente en una inestabilidad y desorientación en la estructura de la subjetividad. En Proteo hay un espejarse de la fragmentación ideológica, de la diversidad florescente de paradigmas propia de la democracia. Hay una reflexión sobre la desorientación colectiva respecto de las siempre anheladas, postuladas como posibles por entonces, jerarquías del talento, el saber, la sabiduría, etc. Estas fragilidades externas, que son de la democracia como mecanismo de legitimación directa o indirecta, encuentran en el símbolo de Proteo v una intuición que, con el tiempo, devendrá acaso en las dificultades de cualquier sujeto contemporáneo para autolimitarse. En la medida en que el bien y la verdad no pueden decidirse por votación, son no un bien y una verdad específicos sino la noción misma de bien y verdad las que sufren y se eclipsan, en una suerte de cinismo de inestabilidades. El Sujeto amenazaba ya en 1909 volverse un collage, cosa que estamos finalmente realizando del todo en los últimos tres o cuatro lustros(leer más) 
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