sabato 19 settembre 2015

Con–Fabulación No. 392, Sargassum


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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIALFabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: José Chalarca, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).
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El mar, fuente de inspiración,
ciencia y reflexión ambiental

El biólogo marino, Guillermo Díaz Pulido, envía a Con-Fabulación este artículo donde describe el fundamental hallazgo del alga Sargassum, que a pesar de ser la planta más grande de los mares tropicales del mundo, había pasado inadvertida quizá por parecer obvia debido a su inmensidad -como la famosa carta en el cuento de Edgar Allan Poe-.
El descubrimiento fue realizado en el bello Parque Natural Tayrona de Colombia.      

Fotografía del alga Sargassum recientemente descrita y mencionada en el texto. Foto GDP.

Por Guillermo Diaz Pulido
(PhD), Brisbane, Australia

El mar ha sido siempre una fuente de inspiración para el hombre. Desde tiempos prehistóricos, la conexión entre el mar y el hombre se ha hecho evidente a través de pinturas rupestres que incluyen figuras de animales marinos y el uso de obsequios del mar para adornar la figura humana. La relación entre el mar y el hombre en tiempos antiguos es clara, solo es necesario visitar museos y galerías para apreciar la íntima conexión entre los paisajes y la vida del mar, el arte, y el quehacer del hombre. Además, los sonidos, colores y olores del mar han inspirado pasión y sentimientos plasmados en miles de poemas, libros y odas escritos a lo largo de la historia.
Pero quizás una de las conexiones más fuertes entre el hombre y el mar ha sido motivada por la necesidad de entender su historia natural y la relación entre los animales, las plantas y su entorno marino; y es en este ámbito donde se desarrolla mi pertenencia a este maravilloso mundo aún tan desconocido. Mi fascinación por el mar se ha centrado en el estudio de las algas marinas, en especial aquellas que viven en los arrecifes coralinos y en general en los mares tropicales. Estos mares albergan una riqueza única de especies de diferentes colores, formas, texturas y movimientos que adornan el paisaje submarino. La necesidad de entender su biodiversidad nos llevó al descubrimiento reciente (1) de un tipo de alga marina que cubre los lechos del Parque Natural Tayrona, en la costa Caribe colombiana. Muchas especies de algas marinas son descubiertas por científicos cada año, pero ésta es particularmente especial porque me atrevería a decir que es la planta marina más grande de los mares tropicales del mundo ya que forma literalmente bosques submarinos que alcanzan ocho metros de altura, algo inusual en el medio marino. Su descubrimiento fue una tarea de detective en donde usamos sofisticadas técnicas típicas de los avances recientes en el medio científico para comprobar que es una nueva especie para la ciencia. Esta especie parece ser muy particular ya que únicamente se ha encontrado en las costas rocosas de solo dos ensenadas de este icónico parque natural. Uno de los aspectos más curiosos de este hallazgo es que a pesar de que otros científicos de algas marinas habían dedicado su vida entera a estudiar las algas de Colombia (2), la presencia de esta especie gigantesca no les fue revelada.
Este logro demuestra que para continuar descubriendo necesitamos mantener mirada de asombro constante frente a las formas de la naturaleza y a los eventos que moldean los paisajes naturales. La contemplación del mar nos inspira, nos revitaliza y fortalece nuestro vínculo con este ambiente de ensoñación. En ciencia, la contemplación también nos hace cuestionar lo que observamos y siempre estamos tratando de entender la paleta de especies, formas y movimientos y así acercarnos a nuevos y más profundos conocimientos. Esta necesidad de entender más rigurosamente la naturaleza marina es hoy día aún más importante para entender los cambios que los mares y en general la naturaleza está experimentando a causa de las acciones del hombre. El crecimiento descontrolado de la población humana, el uso y abuso de los recursos naturales, y nuestro afán por una vida ostentosa se han traducido en un acelerado deterioro de los ambiente marinos y en un rápido cambio del clima global. Y esto no sólo ha ocurrido en las costas locales cercanas sino en todos los mares del planeta. Reflexionar (y examinar) sobre las causas y dimensiones de nuestras acciones humanas debe ser una tarea de todos si queremos que nuestros mares continúen siendo una fuente de inspiración del pensamiento humano.

1. Camacho, O., Mattio, L., Draisma, S.G.A., Fredericq, S. and Diaz-Pulido, G. (2015). Morphological and molecular assessment of Sargassum (Fucales, Phaeophyceae) from Caribbean Colombia. Systematics and Biodiversity 13, 105-130.
2. Profesor Germán Bula-Meyer (Barranquilla, 1947-2002). Profesor Reinhard Schmetter (Alemania): Schnetter, R. (1976) Marine Algen der karibischen Küsten von Kolumbien I: Phaeophyceae. Bibliotheca Phycologica 24, 1-125.

Antología de poesía colombiana contemporánea
en italiano: Con il fuoco del sangue

Traductor: Emilio Coco
Poetas compilados:
Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, Jotamario Arbeláez, Miguel Méndez Camacho, Raúl Henao, Armando Romero, Luis Aguilera, José Luis Díaz-Granados, Juan Manuel Roca, Darío Jaramillo, Horacio Benavides, Piedad Bonnet, Santiago Mutis, Guillermo Martínez González, Rómulo Bustos Aguirre, Víctor Gaviria, Gustavo Adolfo Garcés, Fernando Linero, Alfonso Carvajal, Fernando Herrera, Jorge Cadavid, Rafael del Castillo, Nelson Romero, Ramón Cote, Gonzalo Márquez Cristo, Juan Felipe Robledo, María Clemencia Sánchez, Federico Díaz-Granados, Catalina González, Giovanny Gómez, Lucía Estrada, Luis Arturo Restrepo.



Eduardo Gómez, poeta innumerable


Palabras de presentación de Ciudad antes del alba de Eduardo Gómez, publicado por Ediciones Uniandes, 2015; realizada en la Casa de Poesía Silva.

Por Samuel Jaramillo

Soy un lector precoz de la poesía de Eduardo Gómez y también un lector persistente de ella. Fui uno de los primeros lectores de su inicial y notable volumen Restauración de la palabra en 1969 y he seguido con fidelidad y fruición sus siete volúmenes posteriores, hasta el reciente La noche casi aurora, de 2012, todos ellos representados en esta antología que en buena hora ha publicado el Departamento de Literatura de la Universidad de los Andes. Con esta iniciativa esta universidad no solo le hace justicia a Eduardo Gómez, una de las voces más consistentes de la poesía colombiana de los últimos años, que bien merece este reconocimiento, sino que también nos hace un gran favor a los lectores de poesía que podemos tener un panorama de conjunto de su obra y podemos acceder a textos que hace tiempo son inconseguibles en sus ediciones originales.
Quisiera reconstruir el impacto que tuvo la aparición de Restauración de la palabra a finales de los años sesenta del siglo pasado sobre mí, y sobre otros poetas que apenas estábamos tanteando caminos, buscando maneras de decir y también maneras de ser. En ese momento en el panorama de la poesía colombiana el escenario estaba acaparado (y esto, casi literalmente) por los nadaístas que, como se sabe eran ruidosos, irreverentes, con una adicción que no han perdido, por la notoriedad. No es momento de hacer el juicio a los nadaístas como movimiento que tienen de cl y de arena, y que entre sus méritos estuvo, al menos para nosotros que éramos un poco más jóvenes que ellos, tal vez de una generación siguiente, que inauguraron una forma de ser poeta más moderna y menos solemne, que nos sedujo. Pero en lo que se refiere a sus escogencias formales, a no todos nos satisfacían. La estridencia, el menosprecio por prácticamente toda tradición literaria, cierto descuido formal vestido de desenfado, los gestos vanguardistas altisonantes un poco anacrónicos no se llevaban bien con algunas de nuestras preocupaciones. Como generación, vivíamos un quiebre en lo cultural, pero también en lo político y en lo social y quienes pretendíamos escribir poesía buscábamos formas que dieran cabida a estas inquietudes, que no se limitaban a la mofa o al chascarrillo ni se agotaba en la burla de lo convencionalmente burlable.
Y de pronto, apareció este libro de Eduardo Gómez, un poeta de la misma edad de los nadaístas, pero con un talante, y sobre todo, con unos lineamientos formales completamente distintos. Discreto, riguroso, y al mismo tiempo ambicioso en sus recursos, con referencias muy ricas que potenciaban su libertad expresiva. Sus temas y cogitaciones, sus escenarios y preguntas eran muy cercanas a nuestras expectativas e incluso más próximas que las de poetas anteriores, como lo de la generación de Mito, a quienes leíamos también con interés.
La poesía es un dispositivo complejo, con tensiones internas y con la coexistencia de registros que solamente son problemáticas en otros parajes de la cultura: así se nos presentó la poesía de Eduardo Gómez en su primer libro y lo ha confirmado a lo largo de su obra; su rigor y concentración expresiva se hermana con iluminaciones plásticas esplendorosas que en lugar de contradecirse, se complementan y se potencian. Sus elaboraciones hondas, con deseo de verdad, enraizadas en los valores y aspiraciones de ese final del siglo XX, y su paso al siglo XXI, se articulan con epifanías que movilizan el alma y ensancha la sensibilidad.
Uno de sus leitmotivs es la tensión del hombre contemporáneo entre su individualidad y el conjunto que conforman sus semejantes, particularmente aguda en el artista, en el intelectual responsable, en el poeta de este tiempo. En una dirección empuja la voluntad de articularse a la sociedad que da sentido a la vida individual y particularmente ligarse a sus luchas, a sus aspiraciones, a su historia. El riesgo de construir una vida aislada, mezquinamente privada es serio y amenaza con vaciar de sentido a la existencia. El mundo contemporáneo, y en esto parece claro que su matriz capitalista tiene mucho que ver, tienta a a los hombres a construir una existencia basada en el solipsismo, en la que lo único que es pertinente es su ámbito individual. Para el artista, que eventualmente condensa y agudiza esta actitud, esto se traduce en un bucear obsesivo en su propia psiquis, en los vericuetos de su experiencia psíquica y emocional. El argumento del poeta Gómez es que esta actitud, desligada de una conexión explícita con sus semejantes, conduce a la pérdida de reconocimiento por parte de ellos de la labor creativa del poeta y del artista, lo cual eventualmente despoja de sentido su acción. En un poema de apertura de este libro, que es para mí uno de los poemas ineludibles de la poesía colombiana reciente, Réquiem sin llanto dice Eduardo Gómez:

Hace un mes comenzó tu muerte
y desde el primer día
los niños juegan en los patios como siempre
(…)
Las gentes trabajan
conversan
pasan a mi lado
y sus ojos resbalan sobre mí indiferentes.
Pienso que son crueles
pero luego recuerdo que no te conocieron
que no me saben portador de la tremenda noticia
¿y aunque te hubieran conocido y amado
acaso podrían hacer algo que no fuese su vida?

Nuestro mundo comienza a ser joven
nuestro mundo solamente ama
a aquellos muertos que le han dado vida.
(…)

A los que se encierran en una construcción literaria que pretende ser refinada y superior, se les responde con frialdad:

Andas desnudo entre la multitud que te mira
y en los atardeceres paseas por los sitios donde no hay nadie,
pero nosotros no tenemos tiempo
para averiguar dónde perdiste tus pequeños tesoros,
quien ha robado los huesecillos que enterraste al otro lado del mar.
Cuando recorres la ciudad en esa tumba silenciosa
agujereada para contemplar el paisaje
nosotros sonreímos sin cambiar de tema:
hemos conocido la guerra
y aprendido a no pensar en la muerte sino para sobrevivir.
                  (Salutación al extranjero)

Desde luego es una condena a la poesía inmovilizada en la retórica deliberadamente literaria, a la cultura aérea e impostada de cierta intelectualidad extraviada en sus propios y abscónditos laberintos. El juicio del poeta Gómez desemboca en ese bello poema que da título al libro Restauración de la palabra y que es una proposición muy contundente sobre el sentido de la poesía en esta época:
¿Para qué escribir pequeños versos
Cuando el mundo es tan vasto
Y el estruendo de las ciudades ahoga la música?
En esta lucha de gigantes se necesitan armas de vasto alcance.
En este duelo a muerte
las canciones embriagan
o adormecen.
(…)
Es hora de buscar situaciones
en donde la palabra sea necesaria
y de convivir con aquellos
para quienes la palabra es liberación.
Solamente la palabra que ponga en peligro
el poder de los tiranos y los dioses
es digna de ser pronunciada o escrita.

Pero este reclamo al poeta, al hombre, a hacer parte activa de la historia no elimina en la expresión de Eduardo Gómez, lo que desde cierta perspectiva podría ser vista como su contrario, y que en él es complemento. El poeta reivindica también su sensibilidad propia, no como una anomalía, y más bien como una peculiaridad que enriquece el acervo común y que debe ser respetado. Así, el viajero que transita los parajes exóticos de la imaginación, regresa y es emplazado y responde de manera desconcertante:

Después de tantos viajes regreso desnudo a casa
En las manos una luna rota recogida en el polvo.

Apareció en el camino montado en una jirafa,
Conversando de cosas cotidianas.

Le preguntaron sobre las siete maravillas
Y él narró una conversación de sobremesa.

Le preguntaron sobre los rascacielos
Y narró una pelea de negros armados de blancos dientes.

Le preguntaron sobre el Paris de los taxis
Y el habló de un mendigo pintoresco desayunando en Montmartre.

(…)

En sus ojos ardían mil ciudades distantes.
(El viajero)

¿Sigue siendo un reproche a esta experiencia singular del poeta, esta vez encarnado en un viajero que regresa? Manes de la acumulación de sentido que es la poesía, las respuestas disparatadas del interrogado, su enfeverbecida fruición por estas experiencias más amplias, colocan al lector de parte del poeta, del viajero de la imaginación.
Eduardo Gómez reclama como algo no solo irrenunciable, sino como la potencialidad de contribución del poeta a la sensibilidad general, su capacidad de incursionar en los territorios no acotados todavía por el conjunto social. Su imaginación es una de las lámparas que iluminan su trayectoria difícil. La otra su voluntad de exploración, su terquedad en encarar experiencias que a menudo son dolorosas, desasosegantes, perturbadoras.

Búscame detrás de los árboles sumidos en la noche
Más allá de las últimas casas de los barrios pobres
(…)
Soy el pasajero de los trenes de medianoche
El viajero de barcos navegando entre nieblas
O bajo cielos negros para una luna en agonía
El viudo de bodas imposibles
El nostálgico de la Edad de los Dioses
El soñador de imperios abolidos y leyendas siniestras
(…)
El que tiembla en la zarza ardiente de la melancolía
Y el que gime en una obscena agonía.
(El viajero innumerable)

Para quien haya entendido mal, la admonición de Eduardo Gómez a que la poesía trascienda el ámbito confinado de lo privado no implica que deba convertirse en un instrumento de propaganda o que debe limitarse a lo gregario, a lo fácilmente reconocible como compartido. Él exige al poeta desatar las amarras de su sensibilidad, pero orientada a ampliar y enriquecer el espectro de la percepción colectiva. El elan de solidaridad guía su búsqueda:

Quisiera reír con colmillos de tigre
Inspeccionar las casas agobiadas de muertes
Los humildes dormitorios dispuestos con flores de papel
y las camas desvencijadas por amores vencidos
(Las noches de Caín)

En esta dirección, uno de sus logros reiterados a lo largo de su obra, es el trazo de evocaciones panorámicas y abigarradas en las que el poeta pinta al fresco de su imaginación paisajes mentales, culturales, a los que quien habla se acerca con una cierta devoción de sacerdote laico, de vidente lúcido, cabalgando sobre una imaginería poderosa: la tierra, la ciudad, la noche, la civilización son atravesadas por su sobrevuelo poético:

Cuando la tarde dulcifica la angustia de los barrios pobres
y en las colinas populosas surgen los galanes de la muerte
y los adolescentes aguzan sus puñales ardientes
y las muchachas erigen sus senos como trampas fatales:
cuando lujosos autos huyen de la miseria amenazante
abrumados por el peso de guardas ceñidos con revólveres
y en el centro de la ciudad hierve de cazadores furtivos
(…)
(La ciudad delirante)
En el desenvolvimiento de la poesía colombiana reciente la figura de Eduardo Gómez tiene un perfil un poco inesperado: frente a sus coetáneos, los poetas de edad más estrechamente ligada a la suya, aparece como alguien disonante y un poco solitario. Pero su poesía encuentra un lugar mucho más cómodo en la promoción posterior, en la cual tiene un reconocimiento indudable. Señalo, por ejemplo, los evidentes lazos de su obra, con esa corriente que se conoce como Poesía de la Imagen que comienza a publicar un poco después: la ambición plástica, la poesía como tensión y como liberación, la crítica gemela de la ensoñación, que Eduardo Gómez practicaba de manera precoz y casi contra la corriente se vuelven conquistas y valores literarios reconocidos.
La palabra poética de Eduardo Gómez se desdobla y se multiplica en un amplísimo espectro de temas y de planteamientos literarios: Ciudad antes del alba excelente título pues recoge un escenario frecuentado por el poeta, la noche que promete ya la claridad y la ciudad que se apresta a su despertar, nos ofrece una suculenta dosis de poesía que nos hace transitar por trochas y también por avenidas que hacen la vida en este mundo de cambio de siglo: la insurgencia contra gazmoñería bien pensante, las vicisitudes de la pasión amorosa, la amenaza de la vejez y de la muerte, el paraíso recuperado de la infancia, el soplo de grandes pensadores sobre el espíritu, la violencia, las vacilaciones sobre los sacrificios que exige la construcción de la emancipación. La mañana despuntará sobre la ciudad, y nosotros lectores seguiremos leyendo la poderosa palabra de este poeta con todos los hierros que es Eduardo Gómez y que nos conmina a despertar.


La Venta - Novela

El jueves 24 de septiembre de 5 a 8 pm. en la Madriguera del Conejo (Cra. 11 No. 85 – 52, Bogotá), se presentará la nueva novela de Juan Sebastián Gaviria.
Gaviria nació en Bogotá en 1980. Viajero y Poeta. Es autor de Cicatriz souvenir (Común Presencia Editores, 2009)  Inti Manic (2004), Música Mecánica (Ex-tinta, 2006) y Brújulas rotas.




¡Qué vainas! CUENTO


Por Andrés Elías Flórez Brum

El hombre venía hacia su casa. Traía en el hombro un costal hinchado de algarrobas y cañafístolas. Traía el saco repleto de estas vainas para los hijos que lo esperaban con hambre en la casa.
No traía más.
Había tratado de entrar en la huerta del Señor Rico por unas mazorcas de maíz. Pero la hilera de alambres conectada a la corriente eléctrica se lo había impedido. Una centella, que lo tiró al suelo, le lanzo el fuego a sus ojos cuando tocó dos cables de la cerca.
Tiempo atrás, estas tierras (donde estaba sembrada la hectárea de maíz, bastante cultivables por cierto), habían pertenecido a la abuela Algarín. Tiempo después las adquirió el Señor Rico y todos los nietos se habían quedado por fuera. Incluso el hombre que se había asomado alegre por las mazorcas.
Entonces, luego de levantarse y sacudirse alcanzó en los árboles silvestres de la vera del camino las cañafístolas y las algarrobas. Más bien, recogió estas frutas del suelo. Alguien, más habilidoso que él, las había alcanzado y había dejado dos rimeros al pie de los troncos. Tanto el árbol de algarrobas como el de cañafístolas eran altos. Estaban en la vera del camino. Se interponía entre ellos un camajón sin frutos, menos alto, pero frondoso, dando sombras.
En la sombra de este árbol acomodó la carga. Los hijos solían comer de estas frutas. Aunque les había prometido unas mazorcas de maíz tierno para asar. Venía al paso. Medio herido. Arrastrando una pierna.
 Cuando en el cruce de caminos, en emboscada, le apareció un tipo malacaroso con un cuchillo en ristre.
--- ¿Cree en Dios? ---le dijo poniéndole la punta del cuchillo en el pecho, justo en el lugar del corazón.
--- ¡Claro!, que creo en Dios ---le respondió el hombre del costal con voz fuerte.
--- ¿En Dios? ---repitió el malhechor.
---En Dios. Lo que no creo es en el diablo. Ni en sus demonios.
Al asaltante se le soltó el arma de la mano.
El hombre, cojeando un poco y con el ojo cerrado, avanzó hacia el rancho, presintiendo que sus hijos pequeños venían en tropel a esperarlo.
Y, en realidad, al tropel, en una suelta carrera, los hijos venían a su encuentro. Le traían la noticia de que el compadre --el padrino del niño más chico-- había pasado con unas aguateras, y le había dejado diez mazorcas cocidas de maíz nuevo.


(Sahagún, 1950). Licenciado en filología e idiomas. Co-fundador del taller literario Contracartel de Bogotá. Su libro de minicuentos Viñetas de amor y de vida (1999) fue galardonado como el mejor libro de cuentos, según la Cámara Colombiana del Libro, en la XIII Feria Internacional del Libro (Bogotá, 2000).


CARTAS DE LOS LECTORES

ITINERARIOS DE LA SANGRE. Bellísimo el escrito de Amparo Osorio sobre los acontecimientos del Palacio de Justicia y muy emotiva la carta del poeta venezolano Armando Rojas Guardia. Martha Meza, artista colombiana residente en Italia
* * *
HOLOCAUSTO. Leí con profunda emoción el Capítulo “Holocausto” de la novela de Amparo Osorio y quiero enviarle mi admiración y saludo por su escritura llena de increíbles atmósferas poéticas. Al terminar esta lectura me pegunté inquietamente: ¿por qué no se le ha dado más difusión? ¿Sigue existiendo en nuestro país un veto a la literatura escrita por mujeres?  Elizabeth Urbina González, profesora de literaturas comparadas
* * *
El EME 19 Y LA LITERATURA. Aunque conozco algunos testimonios periodísticos sobre los actos del Eme 19 no había leído narrativa tan bien escrita sobre sus memorables eventos en la política nacional. El capítulo de la novela Itinerarios de la sangre me conmovió profundamente. Fabio Nieto.
* * *
SOBRE AMÉRICA FRAGANTE Y MESTIZA. La pequeña crónica del argentino Jorge Castañeda, acompañada de su desierto de la Patagonia, nos recuerda una vez más cómo se encuentra de olvidada esa inmensa y hermosa región de nuestro Continente, nota que nos obliga a todos los latinoamericanos a volver a ella con el fervor de estar asistiendo a uno de los paisajes más impactantes del mundo. Luciano Blanco Bahamón
* * *
SOBRE LA LECTURA DE “JUAN ANTONIO”. Interesantes los fragmentos de la novela de Nana Rodríguez. Lástima que no hubieran transcrito por lo menos un capítulo completo.  Jhon Jaramillo Jiménez Ochoa, Estudiante de Bellas Artes
* * *
EL VALOR DE LA POESÍA. Cuando leí la carta solidaria y llena de poesía enviada por el venezolano Armando Rojas Guardia, recordé de nuevo toda esa fraternidad que nos une a los hermanos venezolanos, abiertos y generosos, y me reafirmé en mis pensamientos de siempre: “las fronteras son la peor peste del mundo, porque sus manejos están ligados al pequeño cerebro de los políticos”.  Andrés Eduardo Bernal, Estudiante de Ciencias políticas.
* * *



Obra de Eduardo Esparza

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