sabato 8 agosto 2015

[Henciclo] interruptor - Los espectros de Derrida - la columna de H enciclopedia

 
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         CONTRA EL "MARCO TEÓRICO"

Los espectros de Derrida

Aldo Mazzucchelli

A los estudiantes de las carreras
en ciencias sociales y humanidades de nuestras universidades pública y privadas se les estimula, todavía, a escribir algunas cosas. Éstas tienen, en general, sobre todo tres formas en orden creciente de proliferación de páginas: el informe, la monografía, y la tesis. Para la redacción de éstas se ha convertido en un lugar común el solicitar que el estudiante haga explícito lo que se llama su “marco teórico”. En el caso de las tesis, en general se exige que dedique un capítulo entero al asunto. 

La idea parece natural. El estudiante tiene que “inscribir”, como se dice, su aproximación en las aproximaciones anteriores y existentes, y dar cuenta honestamente de ello. No le habría llegado aun el tiempo de pensar por sí mismo, sino de ocupar un puesto de apariencia más humilde, ver lo que otros hicieron, y mostrar que ella o él también puede participar de esa conversación imaginaria que ocurre, en su mayoría, por escrito y sin ocurrir —pues los teóricos no leen casi nunca las tesis de quienes los citan en el Uruguay, y por tanto, no conversan casi nunca con ellos.

Descartado un muy beneficioso efecto de estimular la humildad, que es el que factiblemente menos se logra, hallo que la idea tiene más problemas que puntos a favor. Para empezar, la idea misma de exigir un “marco teórico” parece presuponer que, sin él, la tesis o el pensar quedaría huérfano de fundamentos. Eso es posible porque la “teoría” (que no es lo mismo que la filosofía, por cierto) ha venido a tener que ver, muy lejos ya de la proverbial modestia socrático-platónica del diálogo, con nociones de control. Quien se hace adepto a una “teoría” pocas veces elude la sensación (aunque no lo diga)de que ahora tiene más dominio, más claras las cosas que los demás, y que una teoría proporciona una suerte de “método para llegar a conclusiones fundamentadas”. Esto es en general falso, y hace mucho que ha sido notado, por lo cual hace mucho que los practicantes inteligentes de la teoría han empezado a considerarse a sí mismos como cultivadores de un género específico —varios de ellos a menudo piensan que se trata de un género más difícil y algo superior, aunque creo que la predilección de la teoría por las jergas demuestra que es un género dotado de muletas. Sin embargo, y pese a esa declarada autoconciencia de irrelevancia aplicativa y práctica (los buenos teóricos no creen ya, porque es de mal gusto teórico, que las teorías tengan que ser algo “aplicable”), el truco ha consistido en institucionalizar “la teoría” en departamentos aparte, como si no fuese un género literario más, sino como si fuese una entidad cuasi científica. Es así que —dentro de los campos de las letras y la filosofía, al menos— las vertientes “teóricas” recabaron durante algunas décadas creciente prestigio, a expensas de las formas tradicionales y libres de cultivo de la escritura que habían dado origen tanto a una como a la otra.
Que en las teorías que son, con justicia, más reconocidas, esta sabiduría sobre la práctica haya dado lugar a ensayos “teóricos” que son una forma atractiva de tramar una narrativa paralela a la de la experiencia, no hay duda. Pero esto es verdad para el creador de la teoría (sea Foucault, Saussure, Marx, Hegel, Peirce, Luhmann o cualquier otro). Y quien haya frecuentado sus teorías y haya rehecho esas conexiones en base a su propia experiencia, probablemente dejará de sentir la necesidad de citar a esos autores, y con naturalidad se apropiará de lo que sea que sus teorías tenían para ofrecerle. Ese dejar de citar es un buen síntoma de sabiduría. Aunque ello no se debería confundir con la ignorancia, o con el conocimiento casual y el name dropping —que tampoco citan, pero porque creen que nadie más ha pensado, entendido y debatido sobre la tierra, o al menos, que es inútil informarse de ello. Esta última es al parecer una de las formas más comunes de estar en el mundo, muy favorecida por la proliferación de información y la democratización comunicativa electrónica, y no debería confundirse con el asunto que interesa aquí. El fingimiento de conocimientos en base a la mención de nombres prestigiosos es lo contrario de leer y de pensar, y si no fuese por su completa irrelevancia y porque le da su justo merecido a quien lo practica, podría hasta ser algo malo.(leer más) 
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