martedì 2 giugno 2015

Con–Fabulación No. 377 - Ungaretti

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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIALFabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).
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Giuseppe Ungaretti


Con-Fabulación conmemora los 45 años del fallecimiento del gran poeta de la lengua italiana, con unos bellos textos traducidos ejemplarmente por el escritor argentino Rodolfo Alonso, pertenecientes al libro Poemas escogidos, de Común Presencia Editores.

Giuseppe Ungaretti (Alejandría, Egipto, 1888 - Roma, Italia, 1970). Vivió en África su infancia y adolescencia y posteriormente se trasladó a París donde entró en contacto con Apollinaire, Péguy y Valéry. Participó en la Primera Guerra como soldado de infantería; cruenta experiencia que exorcizó creando en las trincheras: El puerto sepulto (1916) y La guerra (1919). Regresó después a Roma donde escribió La alegría (1931) y su obra más reconocida Sentimiento del tiempo (1933). En 1936 se radicó en Brasil y durante siete años fue profesor universitario. En 1947 apareció su magistral libro: El dolor.
De regreso a Italia asumió la cátedra de literatura moderna y contemporánea en la Universidad de Roma. Publicó La tierra prometida (1950). Y de manera consagratoria en 1964 Editorial Mondadori lanzó su obra completa bajo el título Vida de un hombre. Murió en Roma el 2 de junio de 1970.


EL PUERTO SEPULTO

Aquí llega el poeta
y después vuelve a la luz con sus cantos
y los dispersa

De esta poesía
me queda
esa nada
de inagotable secreto



ETERNO

Entre la flor que tomo y la que doy
la inexpresable nada


LA NOCHE BELLA

Qué canto se levantó esta noche
que teje
de un cristalino eco del corazón
las estrellas

Qué fiesta surgía
de corazón en bodas

He sido
un pantano de sombra
Ahora muerdo
el espacio
como un niño el seno
Ahora estoy ebrio
de universo


CLAROSCURO

Hasta las tumbas desaparecieron
Espacio negro infinito caído
desde este balcón
al cementerio
Me ha venido a buscar
mi compañero árabe
que se mató la otra noche
Regresa el día
Vuelven las tumbas
escondidas en el verde tétrico
de la última oscuridad
en el verde turbio
del primer albor


Cuento de Heider Rojas
LADRONES DE CARTELES
¿Vendría a robar a un desconocido? Vigilaba por la ventanilla enrejada: el pasillo solo, vacías las vitrinas de avances, cerrada la taquilla y, en la calle, policías nerviosos.
Un viernes al amanecer habían forzado las cerraduras de las vitrinas de avances del Pigoanza para robarse los carteles. La noche del lunes siguiente habían roto las vitrinas en el Bolívar y se habían llevado los carteles y apuñalado al celador. Esa semana habían asaltado los teatros del sur de la ciudad, para robarse los carteles. Y luego habían asaltado los del norte, cada vez en forma más violenta e incontrolable.
El gerente ordenó bajar los carteles de las vitrinas y guardarlos bajo llave en la oficina de administración. Y ahí permanecía él a la espera del fin del sobresalto: cuando regresaran las largas filas de desocupados ante la taquilla, las toses, las palabras truncas de los felices en la sala a oscuras. Cuando pudiera verse sin contratiempos con Rosana.
La policía detuvo a un joven en el fallido asalto al Teatro Méjico. Apareció en los noticieros de televisión: flaco, patizambo, de mirada esquiva.
—¿Por qué come usted todos los días? —le respondió a un periodista que le había preguntado por qué robaba carteles.
Dos días después el Teatro Méjico fue asaltado con fiereza: vitrinas, puertas, la silletería, la pantalla, sucumbieron a la saña de cuchillos y barretas; al administrador lo colgaron del horizontal de la pantalla.
Para entonces su trato con Rosana lo desalentaba. Prometía ir al teatro a acompañarlo y no iba. Casi nunca estaba en el apartamento; y contestaba como desconcertada, o como si algo la hubiera hecho enfadar momentos antes de que timbrara el teléfono. Pero la volubilidad de su carácter ya no lo sorprendía.
La noche que la había conocido, en la premiére de La Risa, lo había acompañado a caminar por la ciudad durante horas, hablándole en un tono apasionado e íntimo, de amiga de años; y de repente se había ido en un taxi, sin dejarle dirección o número de teléfono dónde encontrarla. Semanas después había vuelto al teatro y, como si sólo hubiera estado ausente un momento, por lo cual ni se había despedido ni había lugar a un saludo de reencuentro, le siguió hablando con el mismo apego íntimo.
Sus apariciones y huidas repentinas se habían vuelto habituales. Y al entrar él por primera vez a su apartamento se había quedado mirándolo fija y seriamente.
—Has avanzado mucho en mí —le había dicho—. No pienso detenerte. Pero jamás vayas a creer que estamos acoplados.
Y ahora aparecía el informe en el telenoticiero: la policía había allanado el apartamento. Debió enterarse, porque no la encontraron, ni a ningún ladrón; pero sí, en cambio, a los carteles. Cientos de carteles, de los más diversos filmes, amontonados por ahí; uno del bello Luís Perea ocupaba el lugar de una fotografía de ella en la sala.
Habían transcurrido tantas horas desde entonces. Pegaba la cara a la ventanilla; a la vez temía y deseaba verla aparecer. ¿Vendría a robar a un desconocido?
Nunca había hablado de carteles. En su conversación no se translucían intenciones; era una conversación que siempre quería abarcar todo lo exterior. Si se lo hubiera dicho, él habría retenido los carteles, pagando la sanción a las distribuidoras, y uno a uno se los hubiera entregado.
Afuera la inmovilidad sólo se alteraba con la noche, al reforzarse la custodia policial.

Cuando oyó los gritos de ¡incendiaron la Cinemateca, incendiaron la Cinemateca! quiso huir con los carteles y entregárselos; pagar un precio y robar carteles a su lado, sin saber por qué, ni para qué.
Siguió el tiroteo.


(Cuento tomado del libro Primeras tentaciones, Común Presencia Editores)

Heider Rojas nació en Algeciras, Huila, en 1963. Es abogado, con estudios inconclusos de filosofía y Magíster en Escrituras Creativas. Codirigió la revista Índice de Literatura, de la cual circularon 14 números entre 1994 y 2001. Dirigió los cine clubes Lalita Dos Ríos y Cine Club de Neiva. Ha publicado los libros de cuentos El testimonio de Norma Cleves (1994), La distribuidora de sueños y otras empresas (2001) y Escopolamina (2009); la novela corta Los Rizo (2005); y el libro de ensayos literarios y crítica de cine Simpatía con el asesino / Llegaba el contenedor de enlatados (2006).También escribe guiones para cine y, a destajo, ensayos satíricos.


Natalicio del Marqués de Sade


De La filosofía en el tocador, publicamos el preludio, en homenaje a ese terrorista de la literatura, el divino Marqués de Sade, quien nació en París el 2 de junio de 1740 (hoy hace 275 años) y falleció en Val-de-Marne en 1814.

A LOS LIBERTINOS

La madre ordenará esta lectura a su hija

Voluptuosos de todas las edades Y de todos los sexos, a vosotros solos ofrezco esta obra: nutríos de sus principios, que favorecen vuestras pasiones; esas pasiones, de las que fríos e insulsos moralistas os hacen asustaros, no son sino los medios que la naturaleza emplea para hacer alcanzar al hombre los designios que sobre él tiene; escuchad sólo esas pasiones deliciosas, su órgano es el único que debe conduciros a la felicidad
Mujeres lúbricas, que la voluptuosa Saint-Ange sea vuestro modelo; a ejemplo suyo despreciad cuanto contraría las leyes divinas del placer, que la encadenaron toda su vida. Muchachas demasiado tiempo contenidas en las ataduras absurdas y peligrosas de una virtud fantástica y de una religión repugnante, imitad a la ardiente Eugenia; destruid, pisotead, con tanta rapidez como ella, todos los preceptos ridículos inculcados por imbéciles padres.
Y a vosotros, amables disolutos, vosotros que desde vuestra juventud no tenéis más freno que vuestros deseos ni otras leyes que vuestros caprichos, que el cínico Dolmancé os sirva de ejemplo; id tan lejos como él si como él queréis recorrer todos los caminos de flores que la lubricidad os prepara; a enseñanza suya, convenceos de que sólo ampliando la esfera de sus gustos y de sus fantasías y sacrificando todo a la voluptuosidad es como el desgraciado individuo conocido bajo el nombre de hombre y arrojado a pesar suyo sobre este triste universo, puede lograr sembrar algunas rosas en las espinas de la vida


CARTAS DE LOS LECTORES

VITALE. Felicito a la poesía y a la mujer en general, por el Premio Reina Sofía, otorgado a la uruguaya Ida Vitale. Luisa Colmenares
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¿PARA QUÉ LA MEMORIA? Inteligente y preocupante el artículo de Rubén Darío Flórez sobre la memoria. En verdad es muy grave que nuestra memoria esté en manos de multinacionales, y agrego, es muy angustioso pensar que en Colombia, han eliminado de la educación básica las clases de historia. Cuando se piensa eso es fácil ser apocalípticos. Sonia Rincón
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RUBÉN DARÍO FLÓREZ. Muy sentida y profunda la columna del profesor Flórez sobre la memoria de los pájaros y de los seres humanos. Es una fatalidad que nuestra memoria se esté perdiendo debido a las nuevas tecnologías y que algo tan personal sea un negocio de trasnacionales. Francisco López
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RULFO FOTÓGRAFO. Hermosa la fotografía de Rulfo que publicaron, donde se aprecia su obsesión por esos mismos parajes que describe en su narrativa. Interesante el ensayo de Jurado Valencia sobre el escritor mexicano, lleno de datos esenciales, que crean un retrato de ese grande de la literatura latinoamericana. Pedro Monsalve
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