sabato 20 dicembre 2014

[Henciclo] interruptor - Un bien común que quisiera contar cuentos - la columna de H enciclopedia

 
 ////// 

           
EL PECADO SOCIOLÓGICO DE LA CULTURA
Un bien común que quisiera contar cuentos
 Aldo Mazzucchelli
En estos días finales d2014
e iniciales de 2015, una vez más surge en Uruguay la cuestión de las así llamadas “políticas culturales”. El presidente electo eligió su gabinete, y la persona propuesta para ocupar el Ministerio de Cultura, María Julia Muñoz, despertó un pequeño revuelo.
¿En manos de quién debe estar la cultura? La bifurcación ordenadora que sugiero considerar es ésta: la cultura puede estar en manos derelatos, o en manos de eficacias. El panorama que se abre en uno u otro caso es diferente. O tendremos una cultura libre en su caótica proliferación de relatos originales, incompletos, sugestivos o fascinantes, o tendremos un monótono repetir de los mismos dogmas de virtud definidos por un ejército internacional de sociólogos, “gestores culturales”, y otros amantes de los grandes números. La primera cultura reporta al relato mismo. La segunda, a los administradores políticos de los dineros públicos. Este último es un pensamiento con virtudes administrativas para lo que se cuenta y se mide, pero que nunca ve individuos. Desde el punto de vista de las políticas culturales estatales, creo que estamos instalados, hace décadas, en el segundo de los escenarios.
***
Una situación combinada se da cuando el impulso a una supuesta eficacia cultural (que viene, en último término, de aquella mentalidad objetivista) toma la apariencia de un relato, de un mundo de sentido. Pues los creadores de relatos tampoco están libres de trabajar, a veces, para el enemigo sociologizante. Véase el concepto de minoría, dogmáticamente impuesto desde algunas zonas de la universidad y de los organismos internacionales como el no va más de las políticas “participativas, inclusivas e integradoras” (nótese el pecado sociológico detrás de todas y cada una de ellas) en las últimas administraciones culturales y educativas. ¿Qué es lo que da su sex-appeal al concepto de minoría? Creo que es su carácter liminar entre lo sociológico, por un lado, y el relato de virtudes, por el otro. El relato de virtudes se ha recabado hace mucho de lo que el siglo XVIII tuvo para aportar en términos de igualitarismo e invención de los “derechos humanos”. Hoy, legitimada por su apariencia cuantitativa y sociológica, devino proliferación incontrolada, en la práctica, de supuestos “derechos de las minorías” cada vez más intrincados, caprichosos y bizantinos. Una política pro-minorías repondrá siempre en el sistema la ilusión de que la atención del Padre Bueno que es el Estado ha afinado su vista un poco más y ha logrado barrer con una nueva injusticia.


En realidad, el mecanismo es más bien el de creación y promoción de una posible injusticia, para luego obviamente proceder a “encontrarla” en cualquier parte, y “subsanarla”. Algo parecido, o mejor dicho idéntico, ha ocurrido en medicina en los Estados Unidos en las últimas cuatro o cinco décadas. Las compañías de medicamentos y elestablishment sanitario y médico comenzaron a aplicar una política de definición cada vez más bizantina de “síndromes”, que una vez definidos y oficializados por la FDA, obtendrían un número estadístico de la población que sería diagnosticado con él, con el consiguiente beneficio para las industrias correspondientes. Los niños empezaron de golpe a tener un síndrome u otro, y los padres a gastar plata a raudales en el sistema médico para “curarlos”. Lo mismo —solo que aun menos justificado— pasa con los términos de ofensa incorporados en un discurso de defensa de las minorías. Al afinar más y más el rastrillo, y aplicar a más y más categorías autodefinidas el discurso de las virtudes igualitarias, los tecnócratas de la cultura ven realizado el sueño de que sus números parezcan significar algo, después de todo, pues qué duda cabe que, desde el punto de vista numérico, incrementaron la cantidad de impactos en supuestas injusticias y defensa de supuestos derechos —con el inocultable rédito político de autodefinirse defensores de supuestos oprimidos. Si seguimos así, el individuo soft y light del consumo llegará a pretender que cualquiera de sus insignificantes y caprichosas “diferencias” le sea reconocida y defendida por los demás como si fuese un derecho.
.(leer más)
© 2014 H enciclopedia - www.henciclopedia.org.uy

--

Nessun commento:

Posta un commento