giovedì 13 novembre 2014

[Henciclo] interruptor - ¿Política cultural? Basta de lubolos auspiciados por las ONG - la columna de H enciclopedia

 
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    CRIOLLO SÍ, DIVERSO NO
¿Política cultural? Basta de lubolos auspiciados por las ONG
Aldo Mazzucchelli
Se hablaba hace un tiempo aquí de laausencia de monstruos, y se lamentaba el desencantamiento que tal ausencia evidencia. Sin embargo, hay al menos un candidato a monstruo. Aunque es un monstruo que no encanta nada ni da miedo. Pero al menos puede dar pasmo. Se trata del ciudadano que cree que es lo que no es, o, para decirlo de otro modo, que ha aceptado y consume una de las identidades que el menú elaborado en París, en Madrid, en Londres o en Estados Unidos nos viene prescribiendo desde hace tanto: “si usted es  ‘latinoamericano’, usted tiene estas bonitas opciones para elegir. Ahora, elija de una vez, porque, si no, no lo entiendo”. Y hay quien corre y elige.

Como quien se implanta un par de tetas que no le nacieron solas, nuestro implantado identitario se ha puesto su identidad —el mercado que le ha puesto precio a lo cultural y simbólico, habiéndolo objetivado en cosas primero, es el que permite ambas cosas—, y se la ha creído hasta tal punto que ya proclama descontraído que es parte de alguna minoría, o que su ser —cambalachero y mezclado, como el de todos nosotros— da testimonio de alguna cosa originaria. Curioso aborígen que, por su voluntarismo, logra que se note que no lo es.
Hace más de un año un par de notas se cruzaron entreinterruptor (ver aquí) y otra publicación, con motivo de la aparente existencia de indios de autoproclamación en nuestro país —es decir, indios que sin cumplir con ninguno de los rasgos culturales que recomienda por ejemplo la OIT para determinar sus derechos como tales, dicen que les alcanza con autoproclamarse para “tener derecho a ser reconocidos” como tales.

Este sindrome americano de buscarse una identidad rara y ponérsela como si fuese un disfraz carnavalero, mezclándola además con una versión básica de algún discurso de los derechos, debe ser síntoma de alguna ansiedad. Posiblemente, de la ansiedad que nos viene a todos quienes sentimos desde hace tanto, quien más quien menos, la inviabilidad del proyecto moderno-racionalista, iluminista, encarnado hoy ya en un capitalismo transnacional que solo atina a producir un nuevo comercial o a regalar un poco más de plata a alguien a ver si por fin convence de su vitalidad —y si no puede convencer, al menos compra. Así, declararse “indio” e ir contra muchas de las formas de ser de plástico que el estado de cosas impone, resulta una paradoja. Pues en realidad es una más de las formas a mano de aceptar lo que desde el centro de ese proyecto se nos ha propuesto siempre: que nos adaptemos al rol de lo pintoresco. Antes llevaban a Guyunusa a exhibirla como fenómeno de feria; hoy nos la venden en el mercado simbólico, en la feria global virtual.


Es decir, nos venden de modo que al comprar nos definamos ya al margen: por defecto impotentes respecto del espacio de la política real, que es el único que puede generar una resistencia y un cambio efectivos frente al accionar de este modo de estar en el mundo actualmente en vigor, excelentemente representado por ejemplo por el partido en el gobierno—el cual no pierde oportunidad, por cierto, al tiempo que de desactivar toda política, de auspiciar todas estas huidas a lo exótico que se presenta como lo más hondamente “nuestro”. Ambos movimientos son el mismo. Administrar, hoy, significa administrar según un modelo ajeno, y ahí está todo el problema. Pues ser un mero administrador es ser mal criollo.

Cancelada del modo actual la política (la última campaña electoral me exime de demostraciones complicadas), el ciudadano que mira pasar por tevé abierta la boba huída hacia adelante del consumo, y corre a integrarse a él, nuevo aspirante a las “maravillas del mundo moderno” como decía Nicanor Parra, siente además una cierta nostalgia de una pureza identitaria que, como un elemento más del entretenimiento, contribuye también a posponer la consideración política de su (y sobre todo, nuestra) situación alcanzable, real, perentoria. El mercado provee identidades como provee jabones, y vende bastante bien. Ha adosado a su comercial de venta de identidades raciales (da asco que en el siglo XXI reaparezca una vez más cierta indecente maneraracista de pensar y mucha gente la mire con cariño, o al menos con indiferencia), y culturales, el mensaje “usted también puede ser lo que desee: sea asiático (o “latinoamericano”, o indio, o negro, o europeo)”. “Ser lo que uno desee” es una mutación última de Occidente. Es la forma que la metafísica adquiere cuando se la empaqueta para consumo, identidad de venta libre en farmacias.(leer más)
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