Un clásico desetiquetado
Una de las propuestas fuertes de la temporada de ópera del SODRE fue unaCarmen que, se decía, proponía ciertas actualizaciones. La prensa anunció que se trataría de “una versión diferente de Carmen, la obra clásica de 1875 escrita por Bizet, [que] en vez de utilizar el lenguaje propio de esa época, optó por elementos más actuales como danzas urbanas,hip hop y problemas sociales referentes a la violencia de género”.
El director de escena, Marcelo Lombardero, dijo que descree de los rótulos (por ejemplo, “clásico”), y explicó: “Yo creo que es importante contar la historia pero hay cosas que se pueden contar como hace cien o doscientos años y hay cosas que no se pueden contar como hace cien o doscientos años”.
Hay aquí una filosofía clara: según Lombardero uno tiene una historia en una mano y un modo de contarla en la otra. El director se propuso contar esta historia “de manera lógica pero responsable”. Siempre se ha contado la historia de esta mujer fatal, Carmen, dice, como un crimen pasional, “y yo creo que hoy contar esa historia desde ese punto de vista no solamente es erróneo sino que es irresponsable. Para mí el problema de Carmen no es Carmen sino Don José, con lo cual ya no estamos hablando de un crimen pasional, sino que estamos hablando de otra cosa que es un femicidio. Don José mata a Carmen porque no la entiende y la cree de su propiedad. Esa es la historia que vamos a contar. Para contar esa historia nosotros teníamos que sacar todo el pintoresquismo y el folklorismo que había alrededor. O sea sacarle los pañuelos, las mantillas, los lunares, las gitanas y las danzas españolas”.
Carmen se convierte, entonces, en una herramienta acoplable a una agenda feminista, lo cual en principio no tiene nada de repudiable. El problema es que Carmen dice algo completamente distinto de lo que se le pretende hacer decir. Lo que escribieron los guionistas, lo que dice la obra, es que la mujer muere por su propia culpa (la inconstancia, la infidelidad, la libertad) y para peor le arruina la vida a Don José. La obra manipula al espectador porque provoca pena por Don José, que es el asesino. Para convertirla en una herramienta de género hay que violentarla. Por fortuna, Lombardero no lo logra.
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La historia original es bastante diferente, aunque los hechos son los mismos. La novela de Merimée es, como su anterior Colomba, un dispositivo que examina la sociedad de su tiempo desde la descripción de una comunidad exótica. En Carmen, los gitanos tarotistas, anarquistas y contrabandistas del sur de España; enColomba, los corsos obsesionados por la vendetta.Carmen es un relato enmarcado, narrado por un arqueólogo francés al que el asesino de Carmen le cuenta su historia. Esa historia, sin el relato del arqueólogo, es la que toma la ópera de Bizet, con lo cual se pierde la voz que pone en cuestión el fondo del relato. En la ópera no hay una versión de los hechos, como en la novela de Merimée, sino que los hechos se muestran. Por otra parte, el texto de la novela está lleno de sutilezas y contextualizaciones que lo alejan de la visión machista de la ópera. La claridad con la que se expresa Carmen acerca de su condición femenina y la aceptación de su destino trágico por causa de la sumisión de la mujer de su tiempo y su lugar sería adecuadísima para reforzar el discurso feminista, pero los autores de la ópera eliminaron cuidadosamente todo ese contenido.(leer más)
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