REUNIÓN DE VOCES®
Revista literaria virtual Nº 29


Editorial
Octubre es un mes que multiplica alas, trinos y nidos. Un
mes que arrastra todas las miradas tras el vuelo de los pájaros, pequeños seres
en quienes depositamos nuestros sueños y nuestras ansias de libertad. El Hombre
sublima su deseo de ser ave en canción y palabra. Y de alguna forma nos
encontramos flotando en el aire impulsados por la bella locura de no resignar
las quimeras.
Hay momentos en que la sombra de una jaula nos hechiza y
olvidamos que la esencia del viento no admite rejas. Matamos el canto y la
brisa, para conformarnos con las plumas.
Otras veces abrimos de par en par el alma y nos atrevemos
a volar, llenos de imaginación y poesía.
Gabriela Delgado

LOS PÁJAROS


Los
clásicos

El
huésped de los pájaros
Yo sé bien que se hiere
cuando silba.
Comprendo que la tarde
la va haciendo su canto.
Me sé bien de memoria
que su garganta pone
más azul en los charcos
que pisan los boyeros; y pone
unas tierras extrañas en
las bárbaras guitarras
de los pinos.
Comprendo que en el
cutis del mar escribe cartas
que sólo leen durmiendo
los marinos;
comprendo que su pico
empuja a la mañana como
el río sus rizos, la lleva
con el calor de un
viento hasta los hombres. Comprendo
que sólo cuando él mueve
las palabras, las cosas
van cayendo en la tierra
con la novedosa inutilidad
que tiene siempre el
árbol para dejar caer
sus profundos frutos,
inevitables de ser un poco Dios.
Sin embargo, si no lo
viera, si no lo tocara,
me sería difícil
comprender su presencia.
No siempre
baja a tierra, pero
siempre
bebe en el ojo suelto de
un rocío.
Manuel Del Cabral (República Dominicana)

Lo Infinito
Tú vives en el alba.
Los pájaros te aclaman.
De túnicas de aves te viste la alegría.
¡Qué aurora la que exaltas!
¡Qué noble luz la tuya!
Te escuchan las mañanas y las noches
porque eres como un cirio,
porque eres como un corzo.
Sentirte a ti que pasas
rozándome las rosas y los ayes...
Doler en tus rodillas, estrujada
por riscos y malezas.
Y que un céfiro de alondras venga dulce,
que tú llegues aventando mis heridas...
Ser mujer y tuya, ¡qué inefable
fundirse la conciencia entre tus brazos!
Tú vives en el alba.
Los pájaros te aclaman.
De túnicas de aves te viste la alegría.
¡Qué aurora la que exaltas!
¡Qué noble luz la tuya!
Te escuchan las mañanas y las noches
porque eres como un cirio,
porque eres como un corzo.
Sentirte a ti que pasas
rozándome las rosas y los ayes...
Doler en tus rodillas, estrujada
por riscos y malezas.
Y que un céfiro de alondras venga dulce,
que tú llegues aventando mis heridas...
Ser mujer y tuya, ¡qué inefable
fundirse la conciencia entre tus brazos!
Carmen Conde (España)

Señora
Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas
Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo
Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer
Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello
Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas
Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo
Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer
Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello

Pasión
sin límites
Vuela mi corazón
unido con los pájaros
y deja entre los árboles
un invisible rastro
de alegría y de sangre.
Las gotas de rocío
se helaron en las manos
abiertas y floridas
de los enamorados
perdidos en la brisa.
Vuela mi corazón,
mi corazón atado
con cadenas de estrellas
a la sombra de un árbol
atado con cadenas
y con cantos de pájaros.
Vuela mi corazón
unido con los pájaros
y deja entre los árboles
un invisible rastro
de alegría y de sangre.
Las gotas de rocío
se helaron en las manos
abiertas y floridas
de los enamorados
perdidos en la brisa.
Vuela mi corazón,
mi corazón atado
con cadenas de estrellas
a la sombra de un árbol
atado con cadenas
y con cantos de pájaros.

El
cegador de alondras
Punza el ojo del pájaro. Y al verse
trémulo como un sol que se derrama,
vuelca la sangre en combustida llama
como si él mismo fuera a enceguecerse.
Su faena es cegar aves boreales
que a la celda le acercan desde afuera,
presumiendo que así se les altera
la voz, en cascabeles musicales.
Cuando un sol de jarabe desafía
la quietud de los montes cenicientos,
él se anuncia con tardos movimientos
yendo al encuentro del fulgor del día.
¿Le viene de otros años camineros
ese afán de cegar un cristal vivo?
Esas urgencias de arrebato activo:
¿le brotaron de andar por los esteros?
“Canta mejor la alondra enceguecida”,
pretexta al embozarse en su faena,
para mirar después que se le llena
de alevoso temblor la mano ardida.
Se le siente vivir con gesto artero
de quien vive sujeto a un orificio,
cautivo antiguo de su antiguo oficio,
de sus propias penumbras prisionero.
Comienza el rito: toda la camisa
se le emociona al sujetar al ave,
siente en los dedos un temblor suave,
hiere una leve sombra su sonrisa.
Un alambre candente es su herramienta,
que al rojo vivo se le entrega ardiendo,
aunque ve que el amor se le va yendo
de la mano, al crisparse en su tormenta.
Después la alondra enceguecida canta,
ya un aluvión sonoro, una vertiente
que ilustra con sonidos la corriente
del viento, que en sus alas se levanta.
Y él es todo recuerdos; sus destellos
lo vuelven al muchacho caminero,
que ayer por el atajo naranjero
aprisionaba al mundo en sus cabellos.
Punza el ojo del pájaro. Y al verse
trémulo como un sol que se derrama,
vuelca la sangre en combustida llama,
como si él mismo fuera a enceguecerse.
Punza el ojo del pájaro. Y al verse
trémulo como un sol que se derrama,
vuelca la sangre en combustida llama
como si él mismo fuera a enceguecerse.
Su faena es cegar aves boreales
que a la celda le acercan desde afuera,
presumiendo que así se les altera
la voz, en cascabeles musicales.
Cuando un sol de jarabe desafía
la quietud de los montes cenicientos,
él se anuncia con tardos movimientos
yendo al encuentro del fulgor del día.
¿Le viene de otros años camineros
ese afán de cegar un cristal vivo?
Esas urgencias de arrebato activo:
¿le brotaron de andar por los esteros?
“Canta mejor la alondra enceguecida”,
pretexta al embozarse en su faena,
para mirar después que se le llena
de alevoso temblor la mano ardida.
Se le siente vivir con gesto artero
de quien vive sujeto a un orificio,
cautivo antiguo de su antiguo oficio,
de sus propias penumbras prisionero.
Comienza el rito: toda la camisa
se le emociona al sujetar al ave,
siente en los dedos un temblor suave,
hiere una leve sombra su sonrisa.
Un alambre candente es su herramienta,
que al rojo vivo se le entrega ardiendo,
aunque ve que el amor se le va yendo
de la mano, al crisparse en su tormenta.
Después la alondra enceguecida canta,
ya un aluvión sonoro, una vertiente
que ilustra con sonidos la corriente
del viento, que en sus alas se levanta.
Y él es todo recuerdos; sus destellos
lo vuelven al muchacho caminero,
que ayer por el atajo naranjero
aprisionaba al mundo en sus cabellos.
Punza el ojo del pájaro. Y al verse
trémulo como un sol que se derrama,
vuelca la sangre en combustida llama,
como si él mismo fuera a enceguecerse.
Elvio Romero (Paraguay)

Se equivocó la paloma
Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama).
Rafael Alberti (España)

Para
hacer el retrato de un pájaro
Pintar primero una jaula
con la puerta abierta
pintar después algo
bonito
algo simple, algo bello,
algo útil para el pájaro.
Apoyar después la tela
contra un árbol
En un jardín en un soto
o en un bosque
esconderse tras el árbol
Sin decir nada, sin
moverse
A veces el pájaro llega
enseguida
Pero puede tardar años
antes de decidirse.
No hay que desanimarse
Hay que esperar
Esperar si es necesario
durante años
La celeridad o la
tardanza
En la llegada del pájaro
No tiene nada que ver
Con la calidad del
cuadro.
Cuando el pájaro llega,
si llega
observar el más profundo
silencio
esperar que el pájaro
entre en la jaula
y una vez que haya
entrado
cerrar suavemente la
puerta con el pincel.
Después borrar uno a uno
todos los barrotes
cuidando de no tocar
ninguna pluma del pájaro.
Hacer acto seguido, el
retrato del árbol,
escogiendo la rama más
bella para el pájaro,
Pintar también el verde
follaje
Y la frescura del viento,
El polvillo del sol
y el ruido de los bichos
de la hierva en el calor estival
y después esperar
que el pájaro se decida
a cantar.
Si el pájaro no canta,
mala señal,
Señal de que el cuadro
es malo,
Pero si canta es buena
señal,
Señal de que podéis
firmar.
Entonces arrancadle
delicadamente
una pluma al pájaro
Y escribid vuestro nombre
En un ángulo del cuadro.
Jacques Prévert (Francia)

Hay un pájaro azul en
mi corazón
hay un pájaro azul en mi
corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
hay un pájaro azul en mi
corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi
corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
hay un pájaro azul en mi
corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
luego lo vuelvo a
introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
Charles Bukowski
(Alemania-Estados Unidos)

Los
pájaros perdidos
Amo los pájaros perdidos
que vuelven desde el más alla,
a confundirse con un cielo
que nunca más podre recuperar.
Vuelven de nuevo los recuerdos,
las horas jóvenes que di
y desde el mar llega un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.
Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.
Después busqué perderte en tantas otras
y aquella otra y todas eras vos;
por fin logré reconocer cuando un adiós es un adiós,
la soledad me devoró y fuimos dos.
Vuelven los pájaros nocturnos
que vuelan ciegos sobre el mar,
la noche entera es un espejo
que me devuelve tu soledad.
Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.
que vuelven desde el más alla,
a confundirse con un cielo
que nunca más podre recuperar.
Vuelven de nuevo los recuerdos,
las horas jóvenes que di
y desde el mar llega un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.
Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.
Después busqué perderte en tantas otras
y aquella otra y todas eras vos;
por fin logré reconocer cuando un adiós es un adiós,
la soledad me devoró y fuimos dos.
Vuelven los pájaros nocturnos
que vuelan ciegos sobre el mar,
la noche entera es un espejo
que me devuelve tu soledad.
Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.
Mario Trejo (Argentina)

Pluma
abierta

El
vendedor de pájaros
Tengo el corazón
ayunando
de manos y dichas escondidas.
Villorrio inhóspito el amor
ha sido para esta trashumante
de mensurables fatigas
e insípidos placeres.
No sabría que decir
si la sorprendiera el día
con la sonrisa de vendedor de pájaros
quizás le arroje
a su desfalleciente corazón
migajas de pan untado en leche
de dulce madre vida
y se agite un pañuelo
en la ventana inverosímil
de algún tren volador.
Y sea posible creer otra vez
en príncipes a caballo
que derrotan la muerte con un beso.
Un poco más de aquellos
que castigaron sus cascos
en la arena.
Un poco más de mi
prolongando los brazos
por si fuera posible ser madre universal
y cantarle nanas en murmullos
a los desalojados de la paz.
Una misión que busca
encontrar una mano que calme.
Hasta tanto, celebro un festín de pétalos
con embriones nuevos de esperanza.
de manos y dichas escondidas.
Villorrio inhóspito el amor
ha sido para esta trashumante
de mensurables fatigas
e insípidos placeres.
No sabría que decir
si la sorprendiera el día
con la sonrisa de vendedor de pájaros
quizás le arroje
a su desfalleciente corazón
migajas de pan untado en leche
de dulce madre vida
y se agite un pañuelo
en la ventana inverosímil
de algún tren volador.
Y sea posible creer otra vez
en príncipes a caballo
que derrotan la muerte con un beso.
Un poco más de aquellos
que castigaron sus cascos
en la arena.
Un poco más de mi
prolongando los brazos
por si fuera posible ser madre universal
y cantarle nanas en murmullos
a los desalojados de la paz.
Una misión que busca
encontrar una mano que calme.
Hasta tanto, celebro un festín de pétalos
con embriones nuevos de esperanza.

Vuelo de colibrí
Veloz
como un sonido
de campanas
que tintinean.
Liviano
y
frágil,
pasa entre margaritas
y veraneras.
Sí:
el colibrí
es un arcoiris
que parpadea.
Mabel Morvillo (Argentina. Costa Rica)

Nada
me nombra...
Nada me nombra,
todo me transforma.
Un silencio es un cerco
y un maleficio
que curva el horizonte.
todo me transforma.
Un silencio es un cerco
y un maleficio
que curva el horizonte.
Si la noche no
aparece,
¿Cómo recordar tu sombra de pájaro?,
¿dónde despabilo el cielo?
¿Cómo recordar tu sombra de pájaro?,
¿dónde despabilo el cielo?
Mariana Vacs
(Argentina)

Raíces
Con el último golpe del
hacha el árbol cae pesadamente al suelo.
Sin embargo, los pájaros
permanecen inmóviles donde antes estuvieron
[las ramas.
Acaso porque solo son
las sombras de esos pájaros.
Acaso porque los pájaros
miraban la distancia y la distancia los paralizó.
Acaso porque la memoria
del árbol muere después.
Eugenio Mandrini
(Argentina)

Otro
pájaro le da cuerda al mundo
escucho al pájaro
que picotea los cedros del Líbano
hay banderas sobre ataúdes
que, puestos de pie, no llegarían
a tu cintura de esplendor
ataúdes de cedro
para los niños del Líbano
tallados en serie
por un pájaro loco
que no se cansa de cantar.
escucho al pájaro
que picotea los cedros del Líbano
hay banderas sobre ataúdes
que, puestos de pie, no llegarían
a tu cintura de esplendor
ataúdes de cedro
para los niños del Líbano
tallados en serie
por un pájaro loco
que no se cansa de cantar.
Bruno Di Benedetto (Argentina)

A Anisita
“Ella, la que me
amaba, se murió en primavera
y se llevó la
primavera al cielo ".
Golondrinas te llaman;
contornean
sus plumas
en frenético baile de gritos
- golondrinas ahogadas de eternidad - .
Crepitan dentados peligros
y un arpegio descarriado
tiñe de extraño la noche.
Se inclinan las sombras sobre el
fuego;
rostros se congelan.
Sufren de presagios
las aves cautivas.
En tanto,
juegan con la tristeza
animales y plantas.
Deambulo, buscándote,
por un astral azul
mientras un latido ardiente
llora en mi carne.
Octubre.
Octubre lastima
en las entrañas.
Susana Cattaneo (Argentina)

Oiseaux
exotiques
Deambulábamos
ociosos
por las habitaciones
con el impudor del fruto
o de la flor
sin ropaje
De pronto
acudieron las aves
del gran ciprés
al oírse
en la música de Messiaen
imitando la dignidad de su canto
Conmovidos
compartimos el goce sutil
de la simple existencia animal
Cuando la música cesó
regresáronse las aves
al gran ciprés
y nosotros nos vestimos
para deambular
ociosos
por las habitaciones
Deambulábamos
ociosos
por las habitaciones
con el impudor del fruto
o de la flor
sin ropaje
De pronto
acudieron las aves
del gran ciprés
al oírse
en la música de Messiaen
imitando la dignidad de su canto
Conmovidos
compartimos el goce sutil
de la simple existencia animal
Cuando la música cesó
regresáronse las aves
al gran ciprés
y nosotros nos vestimos
para deambular
ociosos
por las habitaciones
Clara Rebotaro (Argentina)

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Por
los mails recibidos a: Astrid Fugellie, María
Elena La Rosa , Gilberto Mendonça Teles, .Miguel Oyarzabal, Ivana Szac,
Nilda Goiussani, María Julia Druille, Marta Cristina Salvador
, Brenda Marques, María Moreno, Luis Azamor,
Beatriz Vallazza, Lina Caffarello, Patricio Vidal, y a tantos amigos que
nos dejan comentarios en Facebook y en el blog de la revista.
Por
los textos recibidos a: León Gil, Víctor
Córcoba Herrero, Fernando Sorrentino, Eduardo Pérsico, Beatriz Mir, Daniel O.
Requelme y Mabel Fontau.
Por
los libros recibidos: A Rubén Derlis por “Cielo de Cogjlan”, a Héctor Miguel Ángeli por
“La paralela”y a Cristina Pizarro por “No sabré el final del tiempo”

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