domenica 14 settembre 2014

[Henciclo] interruptor - Apuntes sobre arte y profanaciones - la columna de H enciclopedia

 
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   LA BANCARROTA DEL SER
Apuntes sobre arte y profanaciones
Amir Hamed
1.Entretenido

Esperar que un libro resulte entretenido comporta, de antemano, una suerte de abominación. En primer lugar, porque uno no podría concebir, por ejemplo, leer a Aristóteles, Feuerbach, Wittgenstein o Heidegger, ni un tratado de física cuántica, buscando entretención. Alguno se apurará a recordar que quedan aquellos otros libros, los de poesía (en sentido amplio, drama, narrativa, lírica) que, como decía en su Epístola a los Pisones el latino Quinto Horacio Flaco, “instruyen deleitando”, pero esto, en todo caso, precipitaría dos precisiones. En primer lugar, que este deleite mencionado por Horacio en buena medida no es sino el margen que le queda a la poesía (mimética: narración, drama, etc.), que le dejan Las leyes de Platón tras que éste la hubiera expulsado de su ideal RepúblicaLas leyes, como se recuerda, discurren sobre la mejor república posible, no sobre la abstracta, y ahí, tras avisar que el legislador y el trágico son rivales, el filósofo les concede a las artes, cuyo mayor representante es la poesía, un lugar, porque deleitan y porque una buena mímesis puede ser instructiva siempre que sea sumisa a las leyes (como nadie ignora, en Platón, el legislador por antonomasia es el filósofo).

Platón, sabidamente, es sutil, y sus diálogos son figuras de autoridad, en la que deja causas abiertas, si bien nadie le responde adecuadamente a Sócrates. Así, se queda a la espera, en República X, de qué tuvieran para decir en su defensa los poetas, antes de ser en los hechos desterrados. El alegato nunca fue dado por los poetas de forma explícita, por lo que esta reincorporación de las que son objeto en Las leyes, bajo titulo de subordinados, y no de legisladores, de suministro de deleite, y no de políticas, es el residuo de la poesía mimética.  Dicho de otro modo, el deleite es lo que queda de la poesía una vez que ha sido desterrada, es decir, despojada de sus demás propiedades; algo así como lo que queda de café en un descafeinado, o lo que queda del humano en el zombi. Este deleite es el que puede ofrecer la poesía, o artes miméticas, una vez que ha sido proscrita; ya privada de su dimensión trágica, que es a la vez política, cívica, sacra. 

En segundo lugar, es obligatorio discernir entre deleite y entretenimiento: el primero, que es sensorial, es regocijo del alma; el segundo viene a ser una suerte de placebo para combatir el aburrimiento, sea del déspota, cuya vida está entregada a un ocio que ya no es, como en el ciudadano ateniense, productivo (el poeta debe cantar, como Horacio, la gloria de Roma, despolitizándola, elogiando edades doradas y la gloria presente del Emperador), sea el de un niño, sea el de cualquiera que sale muerto de aburrimiento del trabajo y que sabe que, en casa, salvo que encuentre algo que le llene el vacío, también habrá de aburrirse.
Dicho con el debido énfasis, si a algo responde la entretención es al aburrimiento, cuyo étimon está en la voz latina abhorrere, que puede ser interpretada como horror al vacío, o como sentir rechazo hacia algo.
Aburridos, para decirlo en los modernos términos delspleen de Baudelaire, andamos cuando nos sentimos vacíos, escindidos de lo que nos rodea, rechazados del mundo. En mitad de la nada, por decirlo así. Y el entretenimiento, si algo es, es aquello que nos entre-tiene, nos tiene un rato entre lo vacuo y lo nulo. Es en este punto que quien entretiene tiene menos de artista, o de poeta, que de bufón; menos de dramaturgia que de espectáculo circense. Remátese, por lo tanto, esto del siguiente modo: quien persiga entretenimiento resígnese al Nintendo, a Mario Bros, incluso al circo o la televisión; jamás a un libro, jamás al arte. (leer más)
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