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DEL JUEGO AL RELATO Carlos Rehermann |
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Relato, pasión
Mi
desconocimiento del fútbol no es nuevo: nació hace décadas en alguna de las
cuatro canchas de fútbol del colegio Maturana, donde aprendieron a jugar
Morena y Francescoli (con este último probablemente me medí en la infancia
más tierna, seguro con desventaja, y quizá esa fue una causa temprana de mi
desinterés por ese noble juego). No sé nada de fútbol y no me importa no
saber. En el fondo creo que acerca del fútbol no se puede saber más que
jugar. Todo lo demás es una sarta de idioteces aburridísimas,
indefectiblemente proferidas por individuos que enronquecen la voz.
Me llena de desánimo que alguien
se refiera a Maradona, a Messi o a Pelé como genios. Es parecido a
decretar genial el zarpazo de la leona que rompe el cuello de la cebra. A la
leona no puede salirle mal el zarpazo, puesto que ese acto es esencial a su
ser, del mismo modo que Maradona o Messi no pueden perder una pelota cuando
atraviesan un campo minado de piernas rivales. Mirar un partido de fútbol
donde hay jugadores como esos se parece a mirar un documental sobre depredadores
de la sabana.
Me sorprende que haya personas
inteligentes que creen, con una fe más inconmovible que la de Santa Ágata,
que hay algo universal en ese juego específico, haciendo oídos sordos y ojos
ciegos a las realidades del béisbol cubano, el fútbol estadounidense y el
cricket de la India. Los juegos son juegos y son agradables y hasta
esenciales para el ser humano, pero son arbitrarios. Da perfectamente igual
el fútbol, el cricket o el softball, especialmente a la hora de explotar a
quienes se les disuelve el cerebro ante su contemplación. Los juegos dejan de
ser juegos cuando hay más gente que mira jugar que gente que juega. Entonces
aparece el relato.
Como se sabe, la esencia del
relato (no el relato de un partido de fútbol, sino el relato en general, la
relación de unos hechos, el cuento) es que hay uno que quiere algo (el
protagonista, es decir, mi equipo, o los Nuestros) y hay otro que se lo
impide (el antagonista, es decir, el otro equipo, o los Otros). El juego deja
de ser juego y se convierte en relato cuando mi rol se limita al de
espectador. En este punto suele aparecer una palabra clave: pasión.
Cuando se despierta una emoción tan intensa que puede designarse con esa
palabra, entonces debe haber algo terrible acechando al costado del sofá o
detrás del televisor. Las fuerzas que ponen en movimiento esa pasión
futbolera son las mismas que mueve Corín Tellado, pero no se crea que hago
distinciones: también son las que pone en marcha Homero.
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Pasión, personajes
En primer lugar, para que haya
pasión los 22 personajes que intervienen deben ser millonarios, o estar en el
proceso agónico de convertirse en millonarios. Ser rico es la única
posibilidad de ser alguien, especialmente en un grupo tan numeroso de
personajes. Rico o famoso, lo cual es lo mismo (por cierto, si usted es
famoso y no es rico, usted es un imbécil, porque alguien debe de estar
quedándose con la plusvalía que genera).
El proceso de ascenso a la riqueza
es equivalente al de convertirse en un gran jugador de fútbol. No se trata de
un asunto banal: es la esencia misma del negocio. Ser millonario permite
reafirmar el rol tradicional del varón, y no es casual sino esencial que se
dé noticia de dónde y cómo viven las esposas y los hijos de los futbolistas.
Un adepto al fútbol no puede no saber cómo actúa, en términos de jefe de
familia, una estrella.
El universo macho del fútbol es
por momentos patético. Desde las eyaculaciones simbólicas de los jugadores
antes de entrar en la cancha (escupidas de inexplicable origen al entrar a la
cancha o cuando fracasan en una jugada de gol; ¿o son todos fumadores, sufren
de bronquitis crónica o sinusitis?), hasta el registro de voz forzado a la
baja de los comentaristas (en general hablan una octava más abajo de lo que
dictan sus naturalezas anatómicas) o las conmovedoras voces que parecen
mezcladoras de cemento, como las de Solé o Kesman, en este último caso con
una profusión de flemas que convierten sus relatos en un contrapunto entre
las cuerdas vocales y las oscuras cavidades de sus tormentosas vías aéreas.(leer más)
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