domenica 8 giugno 2014

[Henciclo] interruptor - Póstumo y viral - la columna de H enciclopedia



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 ENCOMIO DEL DIOS GERMEN
Póstumo y viral
Amir Hamed
1. Viral.

Desde que en 1898 H G Wells 
publicara La guerra de los mundos, hemos quedado encerrados en la imaginación del virus. El libro vio luz meses antes de que, en 1899Martinus Beijerinck, aislara el primer virus conocido, el del mosaico del tabaco, y al momento, los virus aislados y descritos superan los 5.000.  Sin embargo, detenerse en su cuantía es irrelevante; lo que cabe apreciar es que menos importantes son los virus que la imaginación del virus. Hoy, por ejemplo, el virus ha hecho cuerpo en los zombis, ayer hombres y mujeres que, porque algo invisible puebla el aire, se transforman en una carne semoviente y sin deseo, en una muchedumbre de virus bípedos, es decir que el zombi deviene su propio virus, que va contagiando a la humanidad hasta reducirla a cero. Ayer, los extraterrestres de Wells, superiores tecnológicamente a los terrícolas, sucumbían entonces a los microbios del resfrío, como demostrando que el vigor planetario consiste en su capacidad para producir y resistir virus.

Y ciertamente, la modernidad surgió a partir de virus, aquellos que los europeos transportaron a la Terra Incognita que luego se bautizaría como América. Los pueblos americanos, como se sabe últimamente, sucumbieron, sí, pero menos que ante los cañones y armaduras de los europeos, ante sus pestes. Bernal Díaz del Castillo, en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, dijo que lo que encontraron en Mexico-Tenochtitlan era reminiscente de las fábulas de caballerías (algo que llevaría a los escritores del boom latinoamericano a reivindicar las novelas de caballerías denunciadas por Cervantes), pero más dejó en claro que las armaduras de metal los cocinaban a fuego lento en el calor mesoamericano, y que los conquistadores abrazaron los calpullis, armaduras de algodón de los nativos, al tiempo que se les humedecían los cañones en los pantanos y quedaban inservibles. Sin embargo, los españoles habían venido armados con una notable cantidad de virus para los que los americanos, aislados por miles de años, no encontraban defensas, y fue así que la viruela, contagiada por el agua en la que los muy higiénicos mexicas se bañaban a diario, aniquiló las defensas de Mexico-Tenochtitlan. El episodio de la caída de la capital azteca es emblemático, porque sentó las bases para toda la conquista del territorio, y marcó, también, el asombroso exterminio de la población originaria de América, que en los primeros 130 años después de que Francisco del Puerto gritara “Tierra, tierra”, según se estima, se habría reducido un 95%.

La modernidad, que ponía al hombre como agente de la historia en Maquiavelo, como sujeto que hace del mundo representación (Descartes), había empezado en 1492, cuando una civilización del virus hizo de los pueblos de América sus aliens, su no-gente: no hubo, como con Alejandro Magno o con Roma, un imperio que incluyera al conquistado en una nueva civilización: se dijera que la gigantesca fosa atlántica, por un lado, y la aniquilación viral, hicieron imposible traer de América cultura, desembarcando en Europa solo sus minerales y cultivos, oro y plata, también cobre, chocolate, tabaco, papas. Se podría pensar que, ya por entonces, conquistar América era una empresa semejante a hacerse hoy con Marte.


Imponer colonias, viralizar el territorio, cargarlo no solo de gentes sino además de vacas y caballos, de cerdos y ovejas, y también de gérmenes que transformarían para siempre el sistema no solo humano sino también la entera fauna y flora americanas. La imposición que hicieron los colonos de sus animales, granos y frutos (cítricos, manzanas, arroz, café) y de sus enfermedades fue denominada por Alfred Crosby, en 1986, imperialismo ecológico. Los europeos, en sus barcos, emplazaron en América su biota, y esta biota aniquiló la existente.

En este sentido, cabe entender que la novela de Wells no era sino la transposición, en clave inversa, de una guerra futura en la que los terrícolas, confiados en su superioridad viral, podrán barrer con los nativos de otros planetas, por más que estos puedan llegar a estar tecnológicamente más avanzados. Más recientemente (1997), Jared Diamond, en Armas, gérmenes y acero. Breve historia de la humanidad en los últimos 13.000 años, ha venido a explicar este imperialismo, sin llamarlo así, por la mayor capacidad de los “euroasiáticos”, según los denomina, para producir virus, algo que en su origen estaría signado por su capacidad para domesticar animales y absorber sus virus. Los americanos, por ejemplo, y según señala Diamond, solo habrían domesticado camélidos, como la llama, la vicuña y la alpaca (y eso, por  otra parte, no hace sino recordar que, según algunos, habría que encontrar los orígenes de la sífilis, que arrasó prontamente Europa mientras Pinzón mandaba sus barcos de regreso con productos de las primeras colonias ultramarinas, en la cópula de europeos con llamas y vicuñas).(leer más)
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