mercoledì 2 aprile 2014

[Henciclo] interruptor - El lujo de la pobreza, o cómo seguimos regalando mitología a manos llenas - la columna de H enciclopedia


 ////// 

         
  LA INTERSECCIÓN ENTRE SIERRA LEONA Y SCHOPENHAUER 
El lujo de la pobreza, o cómo seguimos regalando mitología a manos llenas
Aldo Mazzucchelli
Los países suelen metaforizarse como gente. Pero, aunque están compuestos entre otras cosas también por gente, la metáfora es excesiva. Porque son los países que piensan, mientras que la gente es pensada. Las mitologías nacionales o locales tienen vida propia, mientras que los hombres que las conversan y las construyen vienen y se van como bits de información que vive un milisegundo y se cambia en otra cosa.

Afirmar esto no es agradable para el ego romántico y decimonónico que aun heredamos, aunque afortunadamente ya lo vamos perdiendo por descuajeringue, a fuerza de pedirle que se exhiba entero y sin pudores en todas las redes sociales. Sea como sea, la personalidad, en lo que tiene de privado, tiende a condolerse de no ser entendida. La incomprensión es cosa que se sufre necesariamente, habida cuenta de que la comprensión por parte del otro es por definición imposible (cada uno se entiende a sí mismo a través de los otros, y eso con suerte). Las palabras del otro, si llegan a mí, son ya de nadie o de todos, pero no del corazón íntimo del otro, que es un ninguno. Borges entendió esto y sus personajes, en la época en que oponerse a los rescoldos darianos y tardísimo-románticos era su ocupación principal, tienen emociones de registro colectivo, resumidas en el código de honor del malevito orillero. Honor decimos, y de alguna manera hay que llamarlo, pues esa noción de honor era sobre todo un recetario de cuándo pelear y cuándo eludir. Es decir cuándo dar la vida como testimonio de que iba en un sentido que, sin palabra posible, solo se verá al ver el cadáver y lo que trasunta el nombre, que es lo que más o menos queda de todo muerto.

Borges se dio cuenta de todo esto hace 90 años, cuando el asunto del agotamiento del proyecto del sujeto moderno apenas alboreaba, y lo elaboró en conversación con algunos autores muertos caprichosamente seleccionados, y algunas posibilidades imaginarias de crearse condiciones para que su destino literario se cumpliese. A la vista está que lo hizo bien. El criollo es en Borges por eso oportunidad para el valor mudo, nunca jamás para el lamento individualista o romanticón. Josefina Ludmer observa que del “criollismo” de Evaristo Carriego, mixto, el “romántico entrerriano” y el “resentido de los suburbios”, Borges va a tomar solo el segundo. “La parte que Borges aniquila de la literatura de Carriego es la que contiene sentimientos y lágrimas o la que trabaja con el tono del lamento. Borges escribe contra el escritor venerado por el humanitarismo, la decencia y el melodrama”.

Agrego que su “Nadería de la personalidad” provee el programa clarito de esta disyunción, y que los personajes de Borges dejan de tener personalidad desde el principio. Rosendo Juárez, o Francisco Real, no son personajes con “interioridad”, salvo la que pueda quedar reflejada en la exterioridad que navegan y signan. Nada sabemos de sus sentimientos o de sus perspectivas en “Hombre de la esquina rosada”. Y si algún personaje se va de boca y dice una emoción (como el narrador sin nombre de ese mismo relato) el sentimiento que confiesa es indeciblemente sintético, arrugado manojo de creencias y sentimientos empacados en frase corta (“linda al ñudo la noche”), y es además un mandato colectivo: la vergüenza ajena que provoca que el líder de su grupo pase por cobarde (que losea o no es cuestión metafísica de la que nadie siente prudente ocuparse).

 



















También en el Borges primero hay como un respeto de no mirar adentro de la gente, de no intentar meterse en el alma del criollo. Aplaude la “alegría” del tango viejo, y ese aplaudir lo alegre aunque sea violento (“la valentía chocarrera del arrabal”), y negar lo triste se le antoja a uno de repente un pudor, como si no estuviera bien manosear el alma de los que han sufrido cosas que uno no conoce. Acompañar, en el disimulo que habría sido tal feroz alegría, el pudor sabio de no mentar dolores que de todos modos lo social o colectivo, el lenguaje, no saben curar. Una forma de la reticencia, del respeto. Eso está sugerido en “Carriego y el sentido del arrabal”. El arrabal tiene un sentido. ¿Cuál? Es un sentido cerrado en parte, en parte comunicable. Lo comunicable se comunica, el resto se respeta, se entrevé, se sugiere, se asume sin muchas palabras. ¿Porque son cosas últimas, como el sentido, o el enfrentar la muerte? Este asunto recorrerá el resto de la escritura de Borges, donde hay numerosas escenas de coraje mudo ante la muerte; donde la muerte entra a dar sentido al yo cuando a este último no le quedan palabras. Lo cual trae la cuestión de un profundo anti-intelectualismo en Borges, que alguno que otro protestará por estar influido por una idea muy falsa y muy libresca de lo que es la práctica intelectual real, pero que yo reafirmo cada vez más —y habiendo conocido tanto intelectual capaz de jugarse y perder mucha cosa por una idea, declaro incluso con alegría y orgullo en esta época deleznable que el país va arrastrando.(leer más)
© 2014 H enciclopedia - www.henciclopedia.org.uy

--

_______________________________________________
Henciclo mailing list
Henciclo@listsrv.chasque.net
http://listsrv.chasque.net/mailman/listinfo/henciclo

Nessun commento:

Posta un commento