Hay acuerdo acerca de lasdificultades que supone la lectura para una parte importante de la población estudiantil. Los profesores de liceo y de la universidad se encuentran con que sus alumnos no entienden los libros. A veces no entienden lo que dice el profesor en la clase. Desconozco la gravedad del asunto. Sospecho que más o menos siempre ocurrió lo mismo: solo un número reducido de personas se interesó por desentrañar el sentido de las cosas. Quizá la diferencia deba buscarse en que las personas sienten que tienen derecho a dar su parecer incluso si no entienden acerca de qué están hablando, porque después de todo en eso consiste la democracia.
Como sea, hay quienes sostienen que para cambiar la situación hay que hacer cosas como estimular la lectura. Hace poco más de una década el irritable Harold Bloom, quizá después de leer el informe más reciente de sus cifras de triglicéridos, despotricaba contra el premio que los libreros y editores estadounidenses (la National Book Foundation) le habían dado a Stephen King, diciendo que tradicionalmente esa organización había premiado a escritores cuyos libros exhiben un mínimo de calidades literarias, y que el premio a King suponía una baja de nivel. La expresión que usó Bloom en su artículo es dumbingdown, que tiene su origen en la industria cinematográfica. En las etapas de revisión del guión se trataba de cambiar palabras, explicitar alusiones, redundar en general en todos los casos dudosos, para llegar a audiencias de menor nivel educativo. El newspeak de Orwell en1984, o el nadsat de Burgess en La naranja mecánica suponen tematizaciones del temor que provoca esta práctica en los letrados, que se manifiesta también en el artículo de Bloom.
Aunque el artículo era una protesta contra el premio a King, lo que lo hizo trascender fue su afirmación de que los libros de Joanne Rowling (la serie de Harry Potter) no formarían lectores de Kipling o de Carroll, sino de King, que Bloom considera espantoso. Un lector como Bloom dice preferir que un niño no lea nada antes que un libro de Rowling. Esto despertó las protestas de numerosos comerciantes de libros, como es natural, que acusaron a Bloom de arrogante, amargo y agresivo, todo lo cual es cierto aunque no dice nada acerca de si lo que había dicho tenía sentido.
Esa discusión sobre el sentido de leer y si da igual leer buenos libros que malos libros, parece ser cada día más pertinente, ya que la industria editorial es cada día más prolífica, de manera que se producen millones de títulos de mala calidad que son ampliamente consumidos.
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Uno se pregunta si la lectura de esos libros horribles —es decir, horriblemente mal escritos—no será malo para el futuro de los buenos libros. Quizá se trata de una pregunta que no se puede contestar. En todo caso, antes de empezar a elaborar una respuesta convendría saber para qué sirve leer.
Amor por los libros
Se cree que Adolf Hitler tenía unos 16.000 libros repartidos en dos grandes bibliotecas y algunas menores. En la actualidad se conserva cerca de un 10% de los volúmenes, aunque hay datos que permiten hacerse una idea de la composición del acervo. Parece que unos 7.000 títulos se referían a la guerra, incluyendo tratados como el de von Clausewitz, memorias de combatientes y una gran cantidad de libros técnicos y almanaques con información sobre armamento, vehículos, barcos y aviones de guerra. Otras secciones bien pobladas contenían libros referidos a la Iglesia (unos 400; no hay que olvidar que en su tierna juventud Hitler se imaginaba a sí mismo como abad de un monasterio) y a la cocina (cerca de 1.000, incluyendo varios centenares sobre vegetarianismo). Novela, poesía y teatro estaban mal representados, si se exceptúa a Cervantes y Shakespeare, a quienes Hitler decía admirar. Los libros de Karl May, autor alemán de novelas de aventuras de vaqueros e indios norteamericanos, que jamás se aventuró fuera de los límites de su tierra natal, dominaban ampliamente la sección ficción. Además de libros sobre magia y ocultismo, que siempre llevaba consigo a todas sus sedes de comando, Hitler leía constantemente las novelas de May, a quien consideraba un estratega imaginativo, dado que sus cowboys siempre lograban vencer a los indios.(leer más)
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